Diario de León

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Cuando echaba a andar el siglo XXI aún pervivía en Los Oteros, en forma de copla, la historia del crimen de ‘El Botas’. La leyenda cuenta que el ‘delegao de los huevos’, como llamaban a Botas porque los compraba en toda la comarca, se lavó las manos ensangrentadas en el caño del pueblo después de acuchillar a Florencia, su criada y a continuación se encaminó al mercado de Mansilla de las Mulas; era un lunes de 1953. El relato del fiscal desveló que la esposa de El Botas huyó de casa con sus hijos por malos tratos continuados, que Florencia tuvo varios hijos del criminal y que éste le obligó a entregarlos al hospicio. Hizo un buen trabajo.

En aquella España pobre y de posguerra las mujeres fueron puestas a disposición de los hombres en todo su ser. Chicas de servir en casa de los señoritos o prostitutas en calles señaladas, burdeles y casas de citas. Todo valía para satisfacer la sexualidad masculina disfrazada de sueños, gestas y promesas de matrimonio. La crónica negra es la crónica de la desigualad. Está tan salpicada de sangre de mujeres asesinadas por sus maridos, novios o amantes, como de mujeres asesinadas por puteros y proxenetas. Pero no son sucesos aislados, ni crímenes pasionales, ni fiestas que se escapan de las manos...

Hace unas semanas, en Cembranos fue asesinada una mujer de 21 años. Un hombre y una mujer están encarcelados como presuntos autores. El juez que instruye el caso decidirá a quién y en qué términos procesa, si al putero, a la mujer prostituida o ambos. Haga lo que haga, a la luz de hechos y pruebas, la sociedad debe llamar a las cosas por su nombre. Es necesario que la Fiscalía haga un buen trabajo. Al igual que las fuerzas policiales que trabajan para esclarecer el caso. Los puteros deben dejar de ser blanqueados como santos varones que van de fiesta. Los crímenes en entornos prostitucionales son el fogonazo morboso de una realidad que no queremos ver. Un realidad alumbrada con luces de neón o que suena encima de casa (ya hay comunidades quejosas con los ruidos, aunque les importe un pito la explotación sexual).

La trata de mujeres existe para alimentar el mercado prostitucional, que mueve ingentes cantidades de dinero superiores incluso al tráfico de drogas. En la España del siglo XXI apenas hay ‘material’ para nutrir ese mercado. Las redes de trata captan a mujeres pobres en países extranjeros con la promesa de dinero fácil. Engañadas o no, entran en un sistema de explotación que va desde pagar la deuda del viaje hasta los kleenex. Los puteros son la demanda de ese mercado que vulnera los derechos humanos y la dignidad de las mujeres. Hay hombres que han evolucionado muy poco desde la época de Botas. Se creen amos, en el burdel, en casa, en el trabajo... y la sociedad lo consiente. Por encima del tratado de Estambul y del convenio de Palermo.

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