Diario de León

El pico

Cada generación tiene unos referentes que más o menos se asientan en la adolescencia y juventud. El ‘pico’ es un símbolo triste de los años de la  transición. Ahora el pico es una esperanza. Como el arcoíris.

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Eloy de la Iglesia hizo dos películas que tituló El pico y El pico II. Abordaba en el cine, a principios de los 80, un problema social y de salud pública que afectaba de modo especial y sangrante a  la población más joven. El pico, la heroína, se llevó por delante a parte de lo mejor de una generación. El caballo de la muerte arrasaba la flor de la vida en rincones lúgubres.

A la vuelta de cuarenta años poca memoria queda de aquella tragedia silenciada a la que pusieron rostro y voz las madres coraje de Galicia y otros lugares. No es que quiera compararlo con el coronavirus. No es eso, no. Ahora el pico es una palabra esperanzora y es recurrente en las intervenciones del ministro de Sanidad, Salvador Illa, y su técnico de cabecera, ahora replegado en casa por la infección, Fernando Simón. 

Alcanzar esta cima supone iniciar después la desescalada. El ansiado descenso hacia la ‘normalidad’. Y bien es sabido que si las subidas son duras, las bajadas lo son aún más si cabe. Quien haya hecho el Camino de Santiago lo ha experimentado. Las subidas de Rabanal a Foncebadón o de Villafranca del Bierzo al Cebreiro son de las más difíciles por la exigencia física. Pero la bajada de Portomarín no tiene nada que envidiar en cuanto a resistencia. Hay que hacer el camino en zig-zag y tratar de no castigar a las rodillas con una adecuada tensión entre pelvis y lumbares.


SI el pico del capitalismo no entiende que lo local es parte de la solución, nos enterraremos a pico y pala

El pico de la pandemia, el arcoíris del Covid-19, se antoja aún un horizonte lejano. A pesar de que abril, el vil, nos deja lluvia y sol y el arco de luz se nos aparece a la hora de los aplausos, esplendoroso en Villaquilambre y Mora de Luna, a juzgar por las fotos, y más tímido en León, al menos desde mi balcón.

Hasta el 40 de abril, como mínimo, seguiremos en el confinamiento. Esperando a que el pico llegue y empiece a hacer sus efectos. Es evidente que la emergencia sanitaria es lo que más nos preocupa y ocupa. Pero hay otros picos, el de la emergencia económica y laboral, que no tenemos ni idea de cómo ni cuándo vamos a verlos. Salud y economía van íntimamente ligados. No lo olvidemos. Estrenamos la era de la incertidumbre y desconocemos si nuestro sistema económico, el capitalismo, ha alcanzado su pico con esta crisis sanitaria global sin más precedente que la mal llamada gripe española de 1918, que se inició en las trincheras atestadas de cadáveres de la I Guerra Mundial.

El Covid-19, o mejor dicho, el Sars-CoV-2, tiene parientes muy cercanos como han explicado en Diario de León el catedrático de Microbiología de la ULE, Luis Mariano Mateos, y el expresidente del Csic y exsecretario de Estado de Investigación, Carlos Martínez, insigne leonés de Gordón. Pasadas las pandemias del Sars-CoV-1 y del Mers-CoV nadie se ocupó, tampoco la China comunista y capitalista, más que de seguir ganando dinero a espuertas, contaminando el planeta sin piedad y vislumbrando un espejismo de desarrollo tecnológico que ha mutado en una suerte de gran hermano global.

Falta saber si quienes hoy reclaman medidas al Estado -el maldito Estado-  quieren admitir el pico del capitalismo y emprender una desescalada de la explotación de los recursos naturales y de las personas a nivel planetario. Sabemos a ciencia cierta que la pandemia es global, la economía es global, pero las medidas han de ser globales y locales.  Hasta el último hortelano y la pastora más humilde cuentan. Los artesanos que aman lo que hacen y lo hacen con un rigor que ya quisiera el Banco Mundial, tienen sus mercados cerrados. Y sus productos corren el peligro de pudrirse en la lucha del céntimo de las grandes superficies. Si el capitalismo no entiende que lo local es parte de la solución, del arcoíris, si Europa no responde de forma solidaria, cojamos el pico y la pala para enterrarnos. Como sepultan a los nadie en una fosa común en Nueva York.

TERESA SUÁREZ (FOTOGRAFÍA) / JOSÉ ALBERTO CALVO (TRATAMIENTO DE IMAGEN)

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