Diario de León

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Cuando el 8 de marzo de 2018 millones de mujeres tomamos las calles, algunas también hicimos huelga, el feminismo coronaba su cuarta ola, que había empezado unos años antes con El Tren de la Libertad. Aquel movimiento logró tumbar a un ministro, Ruiz Gallardón, por su reforma retrógrada de la ley del aborto. Han pasado cuatro años y se multiplican los frentes de reacciónen todo el mundo, desde Afganistán a Brasil, desde Estados Unidos a Polonia y desde Murcia a Castilla y León. Asistimos a una ola de machismo global. Es la reacción al avance de las mujeres.

En España, en tan solo una semana, ha habido cinco asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas. Son 18 víctimas mortales, mujeres adultas, en lo que va de año y 1.148 desde 2003. En mayo, dos mujeres que residían en España, las dos jóvenes de nacionalidad española y pakistaní, que se rebelaron contra los matrimonios forzados, fueron asesinadas en su país de origen por la familia previo engaño para viajar desde Tarrasa hasta su aldea en Pakistán.

Uruj y Anisa querían divorciarse y rehacer sus vidas con sus parejas actuales. Querían ser libres. No sé si este doble feminicidio aparecerá en las estadísticas. Quizá quede en la sombra de los sucesos sobre los que se pone el foco momentáneamente para luego olvidarlos.

Uruj y Anisa son parte de la revuelta contra el machismo que está detrás de lo que determinadas culturas tratan de envolver como costumbre o tradición. Me inquieta que a nuestro alrededor pueda haber mujeres que lo acepten por miedo, sentimiento de fidelidad a la familia o cualquier otra razón. Como me preocupa que haya mujeres que soporten la violencia en sus casas y no denuncien por miedo. El 60% de las asesinadas en España no este año no había denunciado. Los asesinatos de Uruj y Aisa han puesto sobre la mesa la necesidad de ampliar la mirada sobre la multiplicidad de violencias machistas que coexisten en un mundo multicultural. Todas, también el matrimonio forzado, tienen el mismo origen, que no es otro que la idea y el ejercicio de poder de una mitad de la población sobre la otra. La magnitud del horror es la misma porque cada vida perdida es una tragedia. Y porque no hay otro motivo que el solo hecho de ser mujeres. El machismo mata a lo largo y ancho del planeta. Las cifras, la protección del Estado y la conciencia social del problema marcan la diferencia.

Massouda Hikostani, refugiada en España, trajo a León la voz de muchas mujeres afganas. Nos habló de la opresión de los talibanes y también de la rebelión de las mujeres que tiran el burka, a riesgo de su vida, o dan clases de casa en casa de manera clandestina para que las adolescentes tengan educación. No somos Afganistán ni Pakistán. Pero nos concierne. Puede llegar aquí.

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