Diario de León

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Es cierto que resulta complicado no zambullirse de lleno al menos un rato cada día en la convulsa realidad que nos rodea. A ver quién es el espabilado que logra aislarse del conflicto en Ucrania o conseguir que las imágenes que nos llegan desde allí no le opriman el corazón. Y sí, la vida sigue y nada la detiene. Es así de sobrecogedor. Pase lo que pase el mundo continúa girando, aunque tengamos que pagar casi el doble por llenar el depósito y nos echemos las manos a la cabeza. Da igual. Tendremos que volver a la gasolinera, echar combustible y resignarnos a pagar el precio que unos pocos hayan estimado conveniente para sus intereses en algún rincón del mundo.

Son cosas que no está a nuestro alcance cambiar. Sólo podemos rechazarlas o aceptarlas. Es decir, se puede elegir encender la tele y no perderse detalle de la crueldad de la que es capaz el ser humano o no querer saberlo absolutamente todo y limitarse a ayudar en la medida de lo posible. En el primer caso no va a cambiar nada, salvo seguir inmerso en un bucle de lamentos y bajón generalizado que parece no tener fin. En el segundo, al menos, empleamos el tiempo en hacer algo productivo. 

Hace falta mucha calma para afrontar estos tiempos y el entorno no ayuda. Es muy típico que dedicamos buena parte del día a pensar en lo que nos ha pasado y en lo que se nos avecina. Aunque no tengamos ni repajolera idea de lo que vendrá, nos montamos nuestra propia película, nos atrevemos a hacer elucubraciones con todo lujo de detalles de lo que acontecerá al mundo en los próximos días, meses o semanas. Da igual que no tenga razón de ser, pero nos gusta hacerlo y, además, nos unimos a las artes adivinatorias de cualquiera que tenga a bien compartir con nosotros sus propias reflexiones para unirlo todo y hacer nuestro revoltijo particular, que seguro que a alguien impacta. 

Quizás, no sería mala idea centrarnos en el ahora, en que estamos muy poco, distraídos en pensamientos que poco o nada tiene que ver con el presente. Es en este momento cuando todo es real y cuando verdaderamente podemos hacer algo que tenga un efecto, que pueda ayudar a otros. Ya lo decía el maestro Oogway en la entrañable película Kun Fu Panda: «El ayer es historia, el mañana es un misterio, el hoy es un regalo, por eso se llama presente».

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