Diario de León

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Con el comienzo del otoño y de los quehaceres cotidianos, vuelven también los temas de siempre. Ahora que se acabó el verano y la gente que viene a la provincia a gozar de las vacaciones ha regresado ya a sus casas para afrontar la rutina, León se vacía.

Si, formamos parte de la España vaciada. Esa que mola para pasar las vacaciones y buscar un poco de paz huyendo del ruido incesante de las grandes ciudades. Esa que nos imaginamos como una bonita estampa bucólica, con las chimeneas echando humo en invierno mientras una cortina de niebla lo invade todo.

Sí que suena bien esa vida tranquila en la que poco se sabe de atascos, de pitidos cuando el semáforo se pone en verde, de carreras nada más abrir las puertas del metro o de madrugones para llegar al trabajo mucho antes de que empiece la jornada laboral solamente por encontrar un sitio en el que aparcar a menos de un kilómetro de distancia

Pienso que vivir aquí es un regalo y que León podría ser un ejemplo de eso que llaman la ‘slow life’, que no es otra cosa que vivir sin tanta prisa. Calidad de vida, para entendernos.

Sin embargo, cada vez somos menos en esta tierra y las cifras que se barajan de aquí en adelante no son nada esperanzadoras. El goteo incesante de pérdida de población es la cruda realidad que nos azota con cada censo poblacional, que se empeña, tozudo, en recordarnos que aquí algo no se está haciendo bien.

Yo, por si acaso, cuento por aquí mi parecer porque, con un poco de suerte, les puede dar una idea a los de arriba. En León se vive muy bien los fines de semana cuando toca salir a tomarse algo porque no faltan sitios en los que hacerlo, lo que pasa es que entre semana la gente tiene que trabajar y eso es lo que falta aquí: trabajo, industria pujante. Tenemos una provincia enorme, con un potencial que ya quisieran muchas, pero que está prácticamente vacía porque sin servicios básicos como sanidad y educación y sin otros muy importantes como el transporte o la conectividad, a ver quién se atreve a vivir fuera del cogollo urbano. Si, señores, son cosas que todos sabemos más que de sobra, los únicos que no parecen haberse enterado son los que mandan, que se empeñan en poner caritas tristes al hablar de despoblación cuando lo que hace falta es lo mismo que necesitamos aquí pero cambiando el sujeto: que se pongan a trabajar por nuestro futuro.

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