Diario de León

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Al menos a mí me resulta complicado encontrarlo. Es ese espacio que nadie sabe con exactitud dónde ubicar. La delgada línea que separa el bien del mal o el amor del odio. Un finísimo hilo que marca la diferencia en la mayoría de las ocasiones. Es el punto medio.

Pienso mucho en él en los últimos días porque me parece más difícil que nunca encontrarlo en plena escalada de casos de coronavirus. Se veía venir, no nos engañemos. Que todos tuviésemos muchas ganas quitarnos la mascarilla después de tantos meses a cuestas con ella significaba tener algo más de libertad. Pero todo tiene sus consecuencias y ya las estamos sufriendo. 755 casos de covid en apenas tres días en León son muchos después de las miles de vacunas que se han puesto. Las cifras son escandalosas y la cosa no tiene pinta de mejorar a corto plazo. Ahí no está el punto medio. Porque hemos pasado de cierto control al despelote total.

Se ve ya los fines de semana. Del cierre de puertas y los botellones clandestinos al ‘todo vale’ sin apenas medidas de seguridad. Lo de los jóvenes de Mallorca fue una verdadera locura y lo que está pasando en las fiestas de los fines de semana desde que se levantó el estado de alarma también.

Pero todo esto lo digo desde mi perspectiva de cuarentona, cuando ya hace unos cuantos años que la marcha nocturna no va conmigo. Estoy convenida de que otro gallo cantaría si tuviese un par de décadas menos. Ahora en verano, con las vacaciones y el buen tiempo, las ganas de despendole nos entran a casi todos. Imagínense cuando además el cuerpo te lo pide y es capaz de aguantar lo que le echen.

Trato de ponerme en la piel de los jóvenes; un año y medio recluidos (como todos, sí, pero cada grupo de edad con su propia perspectiva de la vida) y, al menos en parte, les entiendo. Con las ganas de disfrutar que uno tiene a esas edades el sentido común queda en un segundo plano. A mí me pasó.

Y ya sé que eso supone poner en riesgo a mucha otra gente que poco o nada tienen que ver con los temas que los jóvenes tienen en la cabeza. Claro que es una irresponsabilidad y un peligro, pero una cosa no quita la otra. Ahora la gran pregunta es: ¿dónde está aquí el punto medio?.

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