Diario de León

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Es lo más interesante que he visto en la última semana. O, al menos, lo que más ha tocado mi fibra sensible. Un hombre aporrea la puerta de la casa de su vecino para urgirle a huir. Las llamas acechan y no hay tiempo que perder. El vecino, sumido en un profundo sueño, consigue levantarse ante los insistentes golpes, ajeno a lo que ocurre a escasos metros de las paredes que lo cobijan. Tras unos instantes de confusión, se da cuenta de lo que pasa y sale corriendo todo lo rápido que puede para alejarse del fuego. Esto, que parece una noticia más, algo sin importancia, se convierte en novedad, casi en algo extraordinario, porque ya no es tan común ayudar al próximo, sobre todo cuando no hay nada que recibir a cambio. Se lleva más criticar, juzgar, pelear y hasta matar, que es de lo que van las relaciones humanas en estos tiempos.

La anécdota que cuento ha ocurrido en California, donde las llamas llevan días arrasando todo lo que encuentran a su paso, obligando a miles de personas a dejar atrás su vida en busca de un lugar seguro con el miedo metido en el cuerpo. Imagínense tener que salir de su casa mientras ven como todas sus pertenencias son devoradas por el fuego, sin más remedio que alejarse cuanto antes.

Este ejemplo de ayuda a los demás de forma interesada me lleva a otro de los asuntos que más me importan. Leo que lo que está ocurriendo en California es una muestra más del cambio climático, ese fenómeno que niegan algunos como el presidente Trump. De él ya hablé hace una semana y trato de no malgastar mi energía con quienes me desagradan. Incendios, inundaciones, tsunamis y fenómenos naturales de lo más diverso ya no nos suenan tan raros. Es la fuerza de la naturaleza que también se hace oír en La India. Allí es prácticamente imposible respirar. La contaminación es tal que apenas se ve a una veintena de pasos de distancia. Los cerca de 20 millones de habitantes de Nueva Delhi y los muchos turistas se las ingenian para salir a la calle ataviados con mascarilla para hacerse un hueco entre la espesa nube de suciedad que flota en el ambiente. Y si, también es consecuencia del cambio climático. O eso dicen quienes saben de esto. Nos parece lejano, abstracto, casi ajeno, pero está aquí y ha llegado para quedarse si antes no lo remediamos. Y no es una moda, ni siquiera ya es noticia. Es una realidad de la que ya no podemos escapar.

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