Diario de León

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Quizás uno de los asuntos humanos más complejos es el de las relaciones. De pareja, con los hijos, con los padres, con el que trabaja al lado o con el cuñado plasta... da igual mientras se trate de interactuar socialmente. Estar con otra persona, convivir, trabajar o hacer cualquier cosa cotidiana no es fácil y eso que estamos hechos para vivir en sociedad, se supone. Pero si ya la chispa salta a veces en la cola del supermercado cuando alguien se hace el despistado tratando de colarse y ahorrarse unos minutos de espera, imagínense o que puede pasar cuando compartimos con alguien más tiempo a diario. Y eso que el tiempo es un bien que no abunda.

Y como los chinos saben bien cómo funciona eso de ponerse primero han popularizado una idea revolucionaria para la relaciones: el novio virtual. Alguien que te garantiza paz, atenciones y una eterna renuncia a la batalla. No te da un abrazo cuando llegas a casa, pero tampoco te quita la manta en mitad de una noche fría y no rechista jamás. Es un diez en regalarte los oídos con palabras bonitas aunque nunca te prepare el desayuno ni te quite las gafas y te acomode la almohada cuando te has quedado dormido leyendo. Jamás te llevará la contraria por la simple razón de que no existe. Se trata de un ente que sólo es real en una pantalla, que te habla con voz pixelada y que nunca sube el tono ni se altera por nada. Dicen que es la pareja perfecta.

En China causa furor este engendro que puedes tener disponible en un par de clicks. Los novios cibernéticos son tendencia y hasta molan porque les hacen la vida más fácil a quienes buscan pareja y no lo han conseguido. Como si eso fuera un fracaso.

Con este invento se parchea un poco una necesidad humana vital como es compartir y eso no tiene por qué hacerse en pareja. Pero, si me apuran, entiendo a la gente que lo necesita. Una pareja es alguien que te conoce bien, que te apoya y te hace la vida más fácil, entre otras cosas. Pero sustituirla por máquinas sin alma deja bien claro que lo que se busca a veces no es alguien con quien compartir y crecer, sino alguien a quien endosar nuestras necesidades y frustraciones aunque nosotros nunca nos hayamos hecho cargo de ellas. Que lo haga otro. Y eso es una cosa muy humana que, al menos de momento, no puede gestionar una máquina. Pero tiempo al tiempo.

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