Diario de León

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El eficaz aparato publicitario de La Moncloa machacó España con el efecto Illa. La estrategia, con una baja participación como aliada, sirvió al PSC para vender su triunfo en votos el 14-F en Cataluña como una gran victoria. Pero, a partir de ahí, todos y cada uno de los pronósticos cocinados en la sala de máquinas gubernamental se han ido averiando.

Ni Salvador Illa se ganó una legitimidad ante el separatismo capaz de encauzar la «política del reencuentro» y permitir a Pedro Sánchez un intercambio de favores que consolidase la gobernabilidad catalana y española, ni sirvió para engrasar las relaciones en el seno de un Gobierno de coalición que, según los guionistas presidenciales, iba a salir del envite «con mejor salud».

Tampoco la alegría inicial por propinar el «golpe de gracia» al PP de Pablo Casado duró demasiado, y se ha visto que ha sido tan volátil como los tiempos políticos que corren. Luego habría que añadir los ridículos televisados de las mociones de censura fallidas en Murcia y Castilla y León. Y el adelanto en Madrid que pinta bastos para la agenda Sánchez. A los brujos visitadores monclovitas les han saltado todas las costuras juntas y ya se les ve la ropa interior.

Incluso ERC, el compañero de viaje preferido del presidente, está en manos de la carrera alocada de la CUP y de JxCAT. En el alto mando socialista es evidente la desesperación. De hecho, el equipo más próximo a Sánchez va asumiendo que el tripartito catalán sólo va a generar mayor inestabilidad. Negras perspectivas se han apropiado del estado de ánimo socialista. «Hay que volver a repartir cartas en el Congreso de los Diputados», admiten sotto voce. El miedo es libre y, naturalmente, se ha desatado.

El camino con el costalero independentista ha mostrado estos últimos meses su rostro crudo. Y ahora, ante las nuevas circunstancias políticas, además los canales de confianza han saltado por los aires. El desgaste va a ser la nota común. La colaboración activa de los 13 diputados de ERC en la agenda legislativa del Gobierno se ha deshilachado. Se abre paso una etapa de confrontación casi constante. Vuelta a las andadas con el conflicto catalán. Regreso al «choque de trenes» con el Estado.

Sin duda, en la configuración de la futura Generalitat de Cataluña y sus contrapesos se halla una de las claves de lo que resta de Legislatura. Vienen días complejos y aunque Sánchez, eterno optimista, busque resistir de cualquier forma, son ya muchos los que auguran que «esto no puede aguantar».

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