Diario de León

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Existe un empeño desde sectores de la izquierda en emborronar los servicios de Don Juan Carlos a la democracia en nuestro país. Eso no significa que la opinión pública se haya convertido de repente en republicana. La labor de Felipe VI al frente de la Jefatura del Estado demuestra precisamente lo contrario. Se propició desde La Moncloa un distanciamiento preventivo del actual Rey respecto a su padre. A quien, por cierto, se ha negado la presunción de inocencia. Pero, a pesar de los intentos de un sector del Gobierno, la mayoría de los españoles respalda el andamiaje institucional. Pese a dejarse extender la idea de que la Corona tiene un pecado de origen aprovechando los chanchullos del Emérito.

El Monarca ha cerrado un año particularmente complejo. Incluso, diría, de «desgarro personal». Me lo aseguran fuentes de toda solvencia. La comunicación con su padre ha sido inexistente, al menos en estas últimas semanas de 2020. Los contactos han sido entre el jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín, y el abogado de Don Juan Carlos. La determinación del que fuera jefe del Estado de regresar a España estas extrañas Navidades fue inequívoca hasta que La Moncloa usó RTVE para filtrar, y apenas una hora más tarde negar, la amenaza de retirarle el título. El aldabonazo tuvo su efecto y el Emérito, que en privado había dejado caer a su círculo más próximo un «ahora o nunca», renunció días después a sus planes escudándose en la situación de la pandemia.

Felipe VI dejó clara su postura en su mensaje de Nochebuena. La moral y la ética «nos obligan a todos sin excepciones» y «están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares», dijo. Fue un gesto de dignidad. También defensivo. Desde el entorno de Pedro Sánchez se llegó a hablar de «mensaje valiente» del Rey. En los ambientes políticos más moderados las alabanzas fueron generales. Las audiencias televisivas además regaron el discurso. Dicho esto, persiste un empeño del Gobierno en hacer invisible a Don Juan Carlos. Les gustaría borrarlo. Poco importa que no haya acusación judicial contra él. La Moncloa ve al antiguo Monarca como un problema. Y desean tenerlo a distancia. De hecho, buena parte del ala socialista del Consejo de Ministros —la morada ya se sabe que está en la campaña permanente de descrédito— preferiría, en caso de que abandone los Emiratos, dejarle, por injusto que sea, en una suerte de «exilio» permanente lejos de España.

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