Diario de León

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Todas las actuaciones de Pedro Sánchez se encaminan a mantenerse en el poder. Cualquier cosa vale si es útil para su supervivencia política. Uno de los despropósitos del Gobierno en estos meses es el roto que «la purga» de quien fuese jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid, el coronel Diego Pérez de los Cobos, ha hecho a Fernando Grande-Marlaska. En particular, si todo el embrollo, tan chusco además, concluyese en la apertura de un procedimiento penal contra el ministro del Interior.

La ilegalidad del cese de Pérez de los Cobos, descrito como injusto y arbitrario por el fallo administrativo de la Audiencia Nacional, promete convertirse en un permanente dolor de cabeza para La Moncloa. Y, naturalmente, para el presidente, aunque temporalmente pare el golpe con el relato oficial de que la resolución, que ha sido recurrida, cercena la capacidad de destituir a un cargo de confianza. En el complejo presidencial --me consta— disgusta que vuelvan a ponerse delante de los focos unos acontecimientos que descubren la honda herida abierta en su relación con la Benemérita.

El caso promete dejar aún más tocado a Marlaska. Quien ciertamente no cuenta con demasiados amigos en el Consejo de Ministros. Inolvidable su reciente defensa de la «patada en la puerta» para entrar en pisos sin orden judicial. Como gusta recordar algún socialista ilustre, «Marlaska está lejos de ser José Luis Ábalos»: es decir, si la situación se volviese insostenible «se le dejaría caer». Aunque, «de momento», ningún mandatario del PSOE quiera ponerse en ese escenario. Mucho menos a un mes de las elecciones en Madrid. Toca, eso sí, enfundarse el chubasquero porque el ministro, con toda razón, va a ser acorralado por la Oposición. No cabe otra cosa por su prepotencia para hacer daño a conciencia a un servidor ejemplar del Estado.

El de Marlaska es otro frente más que resquebraja la imagen del Gobierno en un momento particularmente incierto. Sánchez está debilitado tras el fracaso de su entente con Inés Arrimadas. Sus socios preferentes corren despavoridos. Ni siquiera el manipulado CIS de Tezanos puede tapar su cuesta abajo. Isabel Díaz Ayuso, conocedora del percal, le reta directa y personalmente el 4-M para ganarle el pulso de Madrid. Mientras, entre balbuceos, los guionistas monclovitas tiran del viejo recurso de esparcir tinta de calamar para confundirlo todo. Pero, convirtiendo a Ayuso en el objetivo prioritario sólo consiguen reafirmarla más ante su cita electoral.

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