Diario de León

Antonio Manilla

Suicídate, pero no me salpiques

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No es la respuesta, entonada como un corte de mangas, del candidato vencedor al derrotado en las elecciones. Ni el deseo soez con que se pone fin a alguna acalorada discusión, sea de género o número. Nada de eso. Era el título de un tema que allá por los 80 sacó el grupo asturiano Stukas en su segundo disco, una canción macabra que hoy nadie se hubiera atrevido a publicar, por políticamente incorrecta y por ser delito de inducción a una acción que paradójicamente no es delito. La muerte autoinfligida. El falso crimen, porque el cadáver ha sido a la vez víctima y verdugo. La muerte que no se atreve a decir su nombre: en una sociedad que se permite hablar de todo, sigue siendo un tabú social: un silencio que sobreviene, como caído del cielo, entre miradas cómplices que se extravían en el suelo o en un cuadro de la pared, cuando un caso sale a relucir en la conversación.

El título es más bien —aunque lo sea como metáfora, que en este asunto predomina el mutis— la respuesta de nuestros gobernantes a un problema que no parece que les importe demasiado. Tampoco habrá leído o escuchado mucho al respecto en los medios de comunicación. Dicen que es por evitar el «efecto llamada». Pero ya en 2010 la Organización Mundial de la Salud redactó unas pautas sobre cómo informar sobre tan espinoso asunto, conscientes de que silenciar el suicidio también mata.

Digámoslo con fríos números: en España, diez personas se quitan la vida cada día. Una 3.700 cada año. Por una cifra que es la mitad, se baja la velocidad permitida del tráfico; por una que es el diez por ciento, existe un Plan Nacional de Drogas; por una que no llega al cuatro por ciento, se dictó una muy necesaria Ley Especial de Violencia de Género. ¿Consideran nuestros gobiernos que los fallecimientos por suicidio son inevitables? Es la única manera posible de entender esa desidia legislativa sobre la que es la primera causa de muerte entre los jóvenes. Y que, desgraciadamente, se ha visto aumentada por gentes que perdieron su casa, que afrontan la vejez sin amparo o que simplemente no son capaces de soportar los generosos reveses de la existencia. Urge ese Plan Nacional de Prevención del Suicidio que ya se pidió en el Congreso en 2012. Para la OMS, el suicidio es problema de salud y objetivo prioritario mundial.

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