Diario de León

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En España no nos da mucho por levantar ciudades nuevas: somos más de reconstruir las antiguas o darles un enjalbegado de cuando en cuando. El modo más habitual de embellecer las calles no es ponerles rotondas sino una pincelada de arte resistente y duradero. Sobre este asunto, en León ahora estamos en un «sinparar»: estrenando cada poco oficiales y oficiosas estatuas. A uno —justo ahora que por segunda vez un escritor leonés obtiene el Premio Nacional de las Letras Españolas— le ha dado por pensar en lo que conmemoran esas estatuas.

No todas las esculturas son conmemorativas, es cierto, pero ¿qué celebra la última erigida con esa intención en nuestra ciudad? Creo que no es la de Guzmán el Bueno, sino la de los cirios de San Isidoro, que solemniza el ya de por sí vetusto y solemne acto de las Cabezadas, el Foro u Oferta que cuenta con nada menos que ocho siglos de antigüedad. O puede que lo sea la de los Pendones leoneses, que tienen como poco quinientos años de solera. Doña Urraca, Alfonso V y Alfonso IX convendrá conmigo que iban tan feudales a caballo y más medievales no pueden ser. La más reciente de las últimas cinco esculturas urbanas que nos han colocado representa a un león saliendo de una alcantarilla y dicen que, forzando la vista y el panteón latino, en la figura de Cloacina representa a la fundación romana de la ciudad. Casi dos milenios contempla el homenaje.

Uno cree que los turistas ya vienen convencidos de que somos una ciudad histórica y que se irán rumiando que también algo redundantes. Pensarán: ¿estos no tienen ningún candidato a convertirse en busto que no lleve un par de siglos criando malvas? Damos un perfil apagado y viejuno. Basta mirar ciudades hermanas. Oviedo tiene un personaje de novela del siglo XIX, una maternidad de Botero, en la que pocas asturianas querrán reconocerse pero alguna podría, tiene a Woody Allen. Ponferrada, a un barquillero que hace nada anduvo por sus plazas, un homenaje al cine y otro al campeonato del mundo de ciclismo que hubo en la capital del Bierzo hace poco más de un lustro. Nuestro Gaudí ni siquiera es Gaudí y «el «cagón», esa escultura espontánea, erigida por Youtube, que igual festeja justo aquello que no querríamos que nos llamasen, ya se ha bajado de su pedestal y no creo que sobreviva al otoño y sus lluvias.

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