Diario de León

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Moisés ha salvado a Venecia de las inundaciones. Y no ha sido ningún milagro.

Moisés, en honor del profeta que dividió las aguas del Mar Rojo para salvar a los judíos del faraón, es el nombre que recibe el sistema de diques móviles diseñado para evitar que el acqua alta anegue la ciudad de los canales, como ocurre desde hace siglos. Activado por primera vez estos días, y mientras en el norte de Italia y el sur de Francia sufrían los efectos del temporal, la barrera artificial ha impedido que el agua del mar entrara en la laguna.

Y por primera vez, sí, la ciudad formada por 118 islas rodeadas de canales ha permanecido seca. No ha sido necesario usar las pasarelas de madera instaladas en la plaza de San Marcos. Las tiendas no han tenido que cerrar y los turistas, escasos debido a la pandemia de Covid 19, han caminado a sus anchas por las calles.

Moisés, leo en los periódicos, es una estructura única en el mundo. Se eleva en treinta minutos y desaparece bajo las aguas cuando ya no es necesaria. Es como un ángel guardián que protege a la ciudad de las mareas.

Y han sido necesarios quince años, tres más de los previstos, en medio de un escándalo de sobrecostes y corrupción —¿a qué les suena?—para que Moisés separe la laguna del mar. Toda una metáfora en estos tiempos tan raros. Porque hace solo un año, con los diques sin terminar, Venecia sufría la peor inundación en medio siglo. El acqua alta paralizaba la ciudad y hasta las tumbas de mármol de la cripta bizantina de la basílica de San Marcos sufrían graves daños, recuerda la agencia AFP en una nota.

No es extraño que el patriarca de Venecia, Francesco Moraglia, dijera que el sábado, cuando los diques frenaron la subida del agua, fue un día de esperanza para los venecianos.

Y mientras Venecia se salva de la marea, la segunda ola de la pandemia nos golpea de lleno. Tenemos ciudades confinadas dentro de sus límites municipales. Hemos puesto en cuarentena nuestra forma de relacionarnos. Los hospitales vuelven a llenarse. La economía no termina de coger aire. Estamos, literalmente con el agua al cuello. Pero si en Venecia han inventado un milagro, ¿por qué no vamos a ser capaces de levantar un dique frente a la pandemia?

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