Diario de León

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El escritor Alejandro Palomas caminaba hace unos días hacia la estación de Valencia cuando una señora le reconoció, se le acercó, se bajó la mascarilla, y con una sonrisa en la boca le preguntó si era él. Alejandro Palomas. El ganador del Premio Nadal hace cuatro años por Un amor , el autor de Las dos orillas, de El tiempo del corazón , de Un secreto, Una flor, Una madre, Un país con tu nombre, Un perro, Un hijo , de Entre el ruido y la vida, el hombre que imaginó E l tiempo que nos une y El alma del mundo, novelas publicadas en editoriales como Siruela, Destino, Suma de Letras o el Baile del Sol, asintió.

Era Alejandro Palomas, finalista del Premio Primavera de Novela, del Ciudad de Torrevieja, ganador del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, del Nadal, ya esta dicho; filólogo, poeta, profesor en talleres de creación literaria, traductor.

Alejandro Palomas; el mismo hombre que hace unas semanas denunciaba que había sufrido abusos sexuales de niño, cuando estudiaba cuarto y quinto de EGB en un colegio religioso, un caso que no va a prosperar en los tribunales —a pesar de que su supuesto agresor sigue vivo— porque el delito ha prescrito; era él, sí, el niño violado en La Salle, recibido por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, después de que hiciera público lo que le habían hecho con ocho años.

Y la sonrisa de la mujer mudó en gesto de desprecio. Y la amabilidad con la que se le había acercado después de reconocerle por la calle se volvió pura hipocresía, porque la señora, con la mascarilla bajada, le escupió en la cara a Alejandro Palomas y le soltó una impertinencia; «sois unos mentirosos, hijos de puta», le dijo en plural. Y supongo que se refería a todos los hombres que fueron niños abusados en colegios religiosos y hoy lo denuncian, aunque los delitos hayan prescrito

Alejandro Palomas cuenta que sintió una vergüenza inmensa. Una pena infinita. Y parado en la calle, imaginó que volvía a ser el niño de ocho años violado en La Salle. Sin pensarlo, el escritor cogió el móvil y llamó a su madre. Pero su madre lleva muerta un año y no le cogió el teléfono, claro. Y Alejandro Palomas se limpió la cara con un pañuelo y entró en la estación de Valencia, lo cuenta en Facebook, convertido de nuevo en un huérfano que no sabe cómo mirar al futuro.

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