Diario de León

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A lguna vez les he hablado de la vieja bodega de Joaquín Lence en Cacabelos, un lugar donde el dueño, que ya ha fallecido, conservaba un ataúd a la vista de todos. El día que entré en aquel bajo lleno de cachivaches de lo más variado para hacerle una entrevista de paisanaje a Joaquín le pregunté, claro, para quién era aquel féretro que esperaba detrás de la barra. Y Lence, con una retranca muy particular, me respondió; «para mí».

Más de una vez he comparado también el humor negro de Lence con el ‘humor de cementerio’ de uno de los grandes periodistas literarios norteamericanos, el legendario Joseph Mitchell, que escribió de otro lugar que me recuerda mucho a la bodega de Lence; la taberna de McSorley en Nueva York, un local con estufa de leña donde servían la cerveza en jarra de peltre y que apenas ha cambiado en los ciento setenta años que lleva abierto en una calle de Manhattan.

A ese dúo de taberneros geniales, Joaquín Lence y Bill McSorley, y de bares atrapados en el tiempo, hay que añadirle otra bodega de Cacabelos que tiene su leyenda propia, aunque la discreción de su dueño, José Antonio Rodríguez Jorge, más conocido por El Niño, haya hecho que apenas se sepa fuera del pueblo.

La Bodega del Niño fue durante años la Bodega del Alcalde porque dos regidores de Cacabelos, Víctor Sánchez, que volvió de la guerra de Cuba, y Manuel Rodríguez, que fue cocinero en la guerra civil, estuvieron durante años detrás de la barra. Y lo que mucha gente aún desconoce fuera de Cacabelos es que Manuel Rodríguez —alcalde de la Falange durante tres décadas y nombrado Hijo Predilecto a título póstumo por iniciativa de dos regidores de izquierda en 1999— aprovechaba la confianza del vino nuevo que servía en su bodega (por eso colgaba una bandera blanca en la puerta) para sonsacarles a los pistoleros falangistas que llegaban al pueblo el nombre de los vecinos a los que venían a matar y después los hacía avisar para que se escondieran. Así salvo muchas vidas, aunque la orla que le nombra Hijo Predilecto justifique el reconocimiento con una frase ambigua: «por ser alcalde en años difíciles».

Y por gestos como ese, aunque El Niño sea tan discreto, apetece tomarse un clarete, o un ‘dorito’, en la última bodega de bandera blanca del Bierzo.

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