Diario de León

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Con la Agencia Espacial volando literalmente hacia Sevilla, aquí siguen enrocados en debatir sobre el futuro de las torres y chimeneas de Compostilla. Ésas por las que Fernández Mañueco se enfangó hasta las rodillas. Enviando a casa por expedientes de regulación de empleo a los operarios que trabajaban en la vieja central y sin fecha de retorno por la situación de inseguridad generada, al no conocerse qué y cómo se conservará. (En la encuesta de la web del Diario el 52% apoya el derribo).

La térmica se convierte así en otro trampantojo. Como su vecina planta de captura de CO2, la inversión milmillonaria que también se merece otra vida en forma de monumento a la inutilidad. O la Ciudad del Mayor. Esa Ciuden que se quedó en mero centro de interpretación, como el de la chifla y el tamboril que seguro que existe en algún pueblo. O ese Incibe, con unas decenas de empleos en la capital leonesa, pero totalmente ajeno a esos presupuestos millonarios que cada año se venden aunque no llegan a pasar los túneles de Guadarrama.

Los carteles naranjas de Ciudadanos también pueden ser un buen ejemplo de los telones que nada tienen detrás. Los últimos estertores en las urnas ya los han dado y queda pendiente en cada ciudad a nombre de quién vendrán unas últimas facturas de luz que fijo que nadie llegará a pagar, como ha ocurrido en todas las aventuras políticas fracasadas y que ya tienen en lista de espera con número alto tanto a Podemos como a Vox.

La obsesión por conservar lo viejo recuerda a la aventura del Lazarillo de Tormes y su amo ciego. Que manchaba la camisa de migas para parecer que había comido. Vivir pendientes del espejo retrovisor sólo lleva hacia el precipicio.

Sobran telones que ocultan la realidad. Como en tantos monumentos en los que se ha extendido la sinrazón de colocarles vinilos y pancartas a todas las horas. ¿Es entendible que una joya como es un palacio renacentista en el centro de una capital de provincia sea tapado con una lona publicitaria de arriba abajo? A su vecino, obra de uno de los arquitectos más famosos del mundo, también le colocan aderezos ‘gastronómicos’... Es curioso además en pleno debate sobre qué pancartas se ponen o no en las fachadas de las instituciones. Como es previsible no gustan las de los de enfrente. Por puro sectarismo, como en tantos otros asuntos. Quizá caben puntual y razonablemente. O de manera exenta como se hace en otros lugares para respetar la visión del patrimonio.

 

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