Diario de León

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Probablemente la peor herencia que nos ha dejado el siglo XX atruena en estos momentos en Ucrania. Esa plaga del sectarismo que nos invade y que combate con todas sus fuerzas los intentos para universalizar una Educación que forme en la verdadera libertad a todas las personas.

El relativismo, que tanto condenaron importantes intelectuales de ese siglo de las grandes guerras, facilita coartadas tan singulares como que un presidente estadounidense, como Obama, reciba el Nobel de la Paz cuando es el autor de ejecuciones sumarias, incluso en otros países, sin que se produzca juicio previo. El que mantuvo ocho largos años la aberración que supone Guantánamo —una cárcel alojada en otro estado para evitar la acción de la justicia local—. O dirigió intervenciones de sus ejércitos en guerras de un buen número de países.

Y ese sectarismo facilitó que lo hiciese con impunidad. La misma que parece que se otorga desde esa ONU tan silenciosa en este caso a lo que ocurre en el este de Europa.

Putin es la herencia de un siglo que se empeña en no irse del todo. Que facilita incluso la oportunidad de dar por buenas algunas guerras o al menos por condenarlas cuando ya no queda más remedio.

Son los silencios cómplices. Una de las frases más conocidas de Albert Einstein define bien el problema: «El mundo es un lugar peligroso. No por causa de los que hacen el mal, sino por aquellos que no hacen nada por evitarlo».

De todos los episodios que vivimos en estos intensos días quizá el más dañino a largo plazo para la sociedad española es el que menos ruido hace. La reforma de la enseñanza —sobre la educación habría que tomar cartas en el asunto— que mata las humanidades. Que apuesta por el ansiado carril del pensamiento único. Ese que ha tenido como bancos de pruebas territorios como Cataluña o el País Vasco. Y al que tampoco somos del todo ajenos, tal y como se comprueba con los textos de otras autonomías como Castilla y León, donde más allá de anécdotas como la presunta capital que no es tal, se facilita una visión sesgada y localista a los chavales, calando bien la boina con doble rosca.

Del postureo y sectarismo saben bien esos sindicatos que siguen mirando para otro lado sobre una Mesa por León que era ¿urgente’ e ¿imprescindible?

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