Diario de León

Mas solidaridad en alcantarillas entre ratas que en la capital entre personas civilizadas.

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León

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A veces me gustaría cerrar los ojos e imaginar una sociedad en la cual la compasión y la humildad aun existiesen, desgraciadamente el repudio, el aborrecimiento y el desdén están a la orden del día y, algo que se nos va inculcando poco a poco y cada vez a más temprana edad, es muy probable que continúe en los años siguientes siendo así cada vez más complicada la manera de corregirlo. Y se pensarán usted ¿a qué viene tan ingrata acusación a la población del siglo XXI? Pues, sinceramente, toda esta retahíla de recriminación tiene su origen al desafortunado y desdichado suceso que mis jóvenes ojos de adolescente tuvieron presenciar en el final de la tarde del pasado martes 17 de abril. Sin seguir generalizando mis acusación van directamente al centro del ayuntamiento, y que se oiga en lo más alto de la ciudad, que dicha corporación contrata como conductores en sus líneas de trasporte público a incompetentes cuyo carnet de conducir les habrá sido regalado en cualquier tómbola de la feria. En especial a un ser, me causa mi propia vergüenza el llamarle persona, que dejo tirada a una probé anciana en silla de ruedas en una de las paradas del bus del centro de León, simple y sencillamente porque no se le abría automáticamente la puerta que contenía la trampilla. ¡Pero por favor! ¿Y la apertura manual? ¿Esa tampoco funciona? ¿O es que su inhumana mentalidad no sabe como mandar órdenes a sus manos? Entonces….¿Como está capacitado para conducir un trasporte público…? ¡PUBLICO! ¿A caso una pobre anciana no es una persona “pública” para acceder a tal servicio? ¡Por favor! Que con sus impuesto le pagan su sueldo, un poco mas de agradecimiento. Y en el último caso…¿No podría ser ayudada por usted, que se perfectamente quien es, a subir por la otra entrada? Pues no. ¿Sabéis lectores del Diario de León como este sujeto resolvió su problema? Le ofreció muy maleducadamente a que se quedara allí, bajo unas nubes con muy mala pinta, a que esperara al siguiente autobús en medía hora y si no que se fuera caminando que por algo la sillita de ruedas tenía motor. Podría añadir más cosas que aquel “amable” conductor dijo en mi presencia pero ya se le debe estar cayendo la cara de vergüenza por ser una persona tan ruin. Tengo que añadir que tras la marcha del autobús le ofrecí la ayuda a la señora y ella muy cariñosamente me contestó que no quería molestarme aunque me estaba muy agradecida. Se dio media vuelta y se puso rumbo a su casa en su silla, cargada de bolsas de la compra, situada en la periferia de la ciudad a una medía hora en trasporte. Y lo que más me dolió fue observar como las nubes comenzaron a hacer de las suyas y mojaban completamente a esa anciana que, a cada segundo, se alejaba más de mí.

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