Diario de León
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León

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Y qué te digo yo... Pues te digo que somos gente que nos hemos criado bajo el cobijo de un pueblo, no importa si el tuyo es de León, está en Soria o a pocos kilómetros de Oviedo. Pueblos donde todos nos conocemos por los andares, desde lejos. Donde encuentras siempre alguien de tu familia en el bar, a la hora de la partida. Ese lugar tan nuestro donde se pueden llegar a solucionar problemas que nos incumben a todos, a la salida de misa... Y es que resulta que aquí siempre hay un momento para pararse a hablar con tu vecino/a. Tradición y costumbres que han pasado de padres a hijos e hijas, que a todos nos corren por las venas en mayor o menor medida. Pues ahora toca defender lo nuestro, defender que la mano alzada puede ser tan válida como cualquier urna bien cerrada. Que nadie conoce mejor los festejos y los problemas que aquellos a quienes en primera persona les rodean. Se nos está intentando quitar, como en otras ocasiones sin ninguna explicación aceptable y de mala manera (como dirían en mi pueblo, de una forma marrullera...), algo que desde hace mucho da solución o viabilidad a gran parte de nuestras gestiones, a lo que muchos llamaríamos arreglar nuestros telares. Estoy hablando, por supuesto, de las Juntas Vecinales. Nos quieren convencer a los vecinos de León, Palencia, Burgos, Asturias, Soria... que estos cargos públicos son los que no se pueden justificar ante Europa... Que es en estos puestos en los que más se está malgastando el dinero, cosa paradójica de escuchar, cuando aquellos que lo dicen son precisamente a los que no les cuesta ni un euro. Podríamos sin embargo hablar de asesores puestos a dedo y que en muchos lugares se cuentan por cientos... pero eso lo vamos a dejar para otro momento. Como siempre se usa la tijera en lo más pequeño, ahí donde muy poco sobra, pues ahí es precisamente donde se recorta. Por todo esto y otras muchas razones debemos, tanto en manifestaciones, como en cuantas formas hallemos a nuestro alcance, luchar juntos para evitar que a base de decretos (los cuales bien podríamos denominar asaltos), perpetrados, casi siempre, por aquellos a quienes todo esto menos les importa, nos sigan arrebatando las cosas que conforman gran parte de nuestra historia.

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