Te quiero

Esta semana fui a verlo al Campo Santo. Me coloqué frente a él, y lo miré a los ojos durante un buen rato tratando de adivinar qué hubiera querido decirme, pero ya es imposible. ¡Cuántas cosas han quedado en el camino! ¡Cuántas páginas en blanco de ese libro llamado “Vida” que escribíamos juntos! Ahora que no está, lo busco en cada rincón de la casa, en las calles del pueblo, en los recovecos del alma... Aunque para Octubre se cumplirán diez años, la añoranza sigue como en aquel gris otoño. Y acaricio la cruz que llevo al cuello porque él, sin titularse creyente, la llevaba. Y volvería a ser hoy niña para gritarle “padre”, y que viniera a taparme del frío en la mañana, pero el eco y el viento me devuelven esa hermosa palabra ¡tan vacía”. Así que busco un Dios, y le pregunto: “¿Mi padre está contigo?”, y aquí ,en el corazón, se me responde: “Él descansa ya en paz”. Puedo entenderlo; era bueno. El mejor del mundo. Me atrevería a decir a cada lector de esta carta que, si aún puede tenerlo a su lado, se sienta feliz y lo felicite también en mi nombre. ¡Ah!, y que .no deje perder caricias y besos, porque el tiempo no vuelve. Y porque un padre es algo muy grande. Por si me escuchas desde algún cielo, ¡TE QUIERO!