Diario de León

Del Santo Grial al soporte electrónico

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Esta vez no se trata de una novela histórica o de una novela fantástica con ingredientes historicistas. No. Esta vez es un ensayo, recientemente publicado con el título « Los reyes del Grial », en el que los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega demuestran, con el rigor científico propio de los de su oficio, que el santo grial, o el vaso que era tenido por tal hasta el siglo XI en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, está en León. Lo teníamos a la vista en el museo de la Colegiata de San Isidoro con el nombre de « cáliz de doña Urraca » y viajó por varias exposiciones de Las Edades del Hombre. Hasta creo recordar que estuvo en Sevilla con ocasión de la exposición universal de 1992. Teníamos a un paso lo que tantos reyes y caballeros medievales buscaron afanosamente y no lo sabíamos. Es, pues, de suponer que este ensayo histórico animará a muchos -ya lo está haciendo- a visitar el museo de San Isidoro, lo que no vendrá nada mal a un sector como el turístico de esta ciudad, tan acertado en mantener una extraordinaria relación calidad precio. A esta muchedumbre de curiosos les animo también a tocar –el facsímile, porque el original está cerca pero guardado de las manos de los visitantes bajo siete llaves- la biblia visigótica mozárabe, también conocida por los iniciados como Codex biblicus legionensis. Datada en 960, tiene más de mil años de antigüedad y, según se ve en el facsímile, está magníficamente conservada gracias al pergamino sobre el cual fue escrita. Salvo los manchurrones que se aprecian en la parte inferior derecha de muchas páginas –consecuencia de la antigua costumbre propia de canónigos regulares de ensalivar el dedo antes de pasar página, con nefastas consecuencias según casos y que recordarán los lectores de la novela El Nombre de la Rosa, de Umberto Ecco- es un milagro de mantenimiento inalterado a lo largo de siglos. Que después de más de mil años podamos contemplar un documento de estas características me lleva a la reflexión acerca de los soportes en los que la cultura se deposita, ahora que el llamado soporte electrónico está arrinconando, eliminando casi por completo en pocos años, al soporte papel. ¿Perdurará más de mil años el soporte electrónico? ¿Será legible siempre lo en él escrito? En pergaminos y papeles, ya tenemos respuesta empírica. No así en este nuevo sistema que llamamos electrónico que, ciertamente, permite ahorrar papel, pero no energía neta. Una de las publicaciones que a los juristas más nos ocupa es la que efectúa en su edición diaria (sólo descansa los domingos) la agencia estatal denominada Boletín Oficial del Estado. Antiguamente llamada Gaceta de Madrid, es este boletín el medio ordinario de asegurar la publicidad de las normas exigida por el artículo 9.3 de nuestra vigente Constitución. Es curioso constatar que la edición oficial se publicaba en papel hasta que, a partir del primero de enero de 2009, pasó a ser electrónica. Ahora bien, es un consuelo saber que, según determina el artículo 13 del Real Decreto 181/2008, bajo la entradilla “garantía de la edición”, que continúa existiendo una edición impresa para garantizar la conservación y permanencia del diario oficial del Estado y su continuidad como parte del patrimonio documental impreso de la Administración General del Estado. Además, el Real Decreto citado dice que la edición impresa comprenderá los ejemplares necesarios para asegurar la conservación y custodia de al menos tres ejemplares del diario oficial en la Agencia Estatal Boletín Oficial del Estado y en la Dirección General del Secretariado del Gobierno, así como los que reglamentariamente se determine para su conservación en la normativa que regula el depósito legal. Nos da tranquilidad saber que el boletín oficial se sigue imprimiendo en papel aunque sea en reducido número de ejemplares, lo que demuestra que cuando se trata de algo de tanta importancia como la legislación no cabe correr ningún riesgo. Pero volviendo a la historia de los soportes, algunos registradores andamos algo preocupados con un borrador de real decreto que anda por ahí en tramitación previa, en el que el Registro de la Propiedad pasaría a llevarse en formato electrónico, con abandono del papel como soporte que hasta ahora venimos utilizando –en cohabitación pacífica con el electrónico, todo hay que decirlo- y que nos ha permitido blindarnos frente a cualquier intrusión de los temidos hackers, sabedores éstos que da igual que nos revienten las medidas de seguridad porque contra el papel nada pueden. Junto a esta preocupación está la de la conservación y la de la legibilidad futura. Estos problemas, sin duda, estarán resueltos, al menos en teoría, con el cumplimiento de los esquemas nacionales de seguridad e interoperabilidad que prevé el borrador. Insisto en lo de la teoría porque la práctica ha demostrado, aunque en casos más llamativos que en un aburrido archivo registral, que cualquier sistema de seguridad tiene algún agujero por el cual el pirata informático más avispado se cuela. ¿Cometeremos el error de abandonar a corto plazo el soporte papel mientras la total seguridad no esté técnicamente garantizada? Acaso sería conveniente, dado el lugar donde se hallan, bien custodiados, tanto el presunto santo grial como la biblia visigótica mozárabe, encomendarse a aquel gran sabio que fue San Isidoro, que ni estuvo en León ni era de Sevilla, por más que estas dos ciudades se ufanen de tener o haber tenido cerca a cartagenero tan ilustre. Eugenio Rodríguez Cepeda. Registrador de la propiedad.

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