Diario de León

Carta abierta al Ilmo. Sr. Obispo de León en relación con la regulación de la entrada a la Catedral y a su capilla del Santísimo Sacramento

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Tengo, como muchos, la costumbre, cuando Dios me llama a la oración, de entrar en el templo abierto más cercano y tomarme unos minutos en conexión con el Padre. Antes, gozaba de entrar a nuestra catedral y caminar por ella para finalizar visitando al Santísimo y orando unos instantes ante Él. Como usted conocerá, en la actualidad nos vemos negados de esta posibilidad, ya que el templo se ha convertido en un enclave turístico de pago en su día a día, y para visitar al Sacramento se nos relega a entrar por la puerta de atrás, sin poder acceder por el interior de la iglesia. Creo que puede esto distanciar a un fiel, que, por ejemplo, atraído por la fuerza sentimental que la arquitectura de nuestra sede diocesana inspira, se sienta llamado al rezo pero se encuentre detenido por una taquilla y un torno. Sin embargo, he llegado a aceptar este nuevo sistema de acceso, teniendo en cuenta que se nos ha explicado que los ingresos que se obtienen, son utilizados para el mantenimiento y la restauración de la catedral. Después de aceptado esto, he sentido este impulso a la oración en varias ocasiones, estando cerca de la catedral y, siguiendo las indicaciones de “culto”, me he dirigido a la puerta que desde el exterior da acceso al claustro en la fachada norte. Pero, en vez de encontrar las puertas abiertas a la casa de Dios, que lo es también de su Pueblo, he topado en repetidas ocasiones con empleados, que echándome el alto me han solicitado el paso por taquilla para poder visitar el claustro, por el que inevitablemente hay que pasar para encontrar el acceso a la capilla, o los museos, a los que también se accede por el mismo lugar. En alguna ocasión, al aclarar que que me dirigía al culto, aún me han seguido interpelando aludiendo que no había misa programada. Y finalmente, al yo explicar que iba a orar sin misa, me han dejado pasar. Me gustaría que usted reflexionase sobre los sentimientos que estos impedimentos pueden generar en la persona que se acerca a rezar ante el Sacramento, como pueden ser los de exclusión de un lugar santo, rechazo, juicio de la veracidad de sus intenciones, e incluso una cierta contradicción al ver tanto y tan estricto empeño por el cobro de una entrada, al poder recordar esto, a aquella escena de los mercaderes en el Templo. De cualquier forma, ha sido hoy, cuando al ver que salía gente de misa y decidirme yo a entrar a saludar a Jesús, la empleada de la taquilla me ha parado para negarme la entrada, ya que según ella era la hora de cerrar (13:24). Sorprendido por la posibilidad de que fuera una hora tan poco redonda, le he manifestado mi intención de rezar un Padrenuestro y salir, con lo que me ha permitido pasar para “hacer la visita y salir”, mas, no bien había yo hincado mis rodillas delante del Sagrario, otra persona me ha informado, educada pero taxativamente, que era la hora de cerrar y que había de marcharme. A los dos les he pedido que comuniquen mi descontento a sus responsables, ya que opino, que no parece lo más apropiado para un templo, cuyo objeto principal no es otro que el de acoger a los fieles, para la reverencia y adoración a Dios, imponer un horario tan exigente como si de una oficina o un mero museo se tratase. He de añadir que mientras, con mi mejor intención, transmitía esto a la empleada de la taquilla, una compañera suya se situó en la puerta y me impelió a salir emplazándome exigente al horario de tarde. Sr. Obispo, ha causado hoy en mí este trato, sentirme fuera de la comunidad eclesial de mi diócesis y por extensión de la madre Iglesia. Me he sentido tratado como un cliente en una empresa, o como un visitante en una atracción turística. He sentido que mi fe y mi persona no formaban parte de la Asamblea de Dios, cuya casa es esa capilla. Vaya por delante que entiendo que el mantenimiento de nuestro patrimonio y su mejora, necesitan inversiones y también que no pretendo que cualquier templo esté abierto siempre. Me pregunto sin embargo, si un poco más de flexibilidad y caridad, junto con una actitud de escucha de quienes representan, a la puerta de la sede de nuestra diócesis a la Iglesia, serían en beneficio del buen hacer cristiano y del acercamiento del Pueblo a su Iglesia, incluso de su no distanciamiento, y me respondo que creo que sí, lo serían. En base a lo expuesto me permito sugerir algún posible cambio que quizá puedan usted y su cabildo valorar: Una posibilidad de una iglesia que combine la apertura a sus fieles con la obtención de beneficios para su mantenimiento, sería eliminar las barreras de la entrada a la catedral y dejar al buen hacer del fiel, la decisión de si su visita es turística o para el culto. Si es turística, se puede explicar el objetivo de mantener el lugar y pedir al visitante la colaboración estipulada y la opción de usar la audio guía, muy instructiva por cierto, al precio establecido. Desde el respeto y también la educación al visitante, quizá nos sorprendiéramos de lo inclusivo y rentable que podría resultar este sistema. Si lo anterior no les convence, otra opción sería flanquear un pasillo por el interior de la catedral para quienes fueran a orar en la capilla del Santísimo, de forma que se pudiera acceder a ella desde el todo al que pertenece y no por una puerta lateral accesoria. Si esto tampoco lo consideran, es posible crear un pasillo para el acceso al culto independiente del acceso al claustro o los museos, con un cordón de seguridad o unas alfombras, por ejemplo, desde la puerta por la que se accede ahora. Y si lo último tampoco les conviene, quizá se podría formar a los empleados en un trato de acogida y bienvenida, dotándolos de los adecuados recursos para informar, con flexibilidad, del próximo cierre del lugar si es el caso, o de cualquier forma para preguntar, si es necesario, si se va al culto o no, de manera próxima al visitante y nunca excluyente. Ruego a Su Ilma., tenga en cuenta estas contribuciones de un fiel para intentar mejorar nuestra Iglesia.

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