Diario de León
Publicado por
Fernando Carlos Pérez Alvarez
León

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Otro amigo perdido en estos días de otoño Juan Antonio Velasco, 76 años, de profesión cartelista de cine, tal vez uno de los últimos en este país, era un tipo grandote y bigotudo, apasionado en sus gestos y opiniones, atildado en el vestir y cosmopolitamente coqueto, alguien enganchado al cine desde los siete años, edad en la que quedó fascinado nada más y menos que con Imperio Argentina. Durante décadas pintó los enormes lienzos que anunciaban los más fulgurantes estrenos y reprodujo los rostros de las estrellas más rutilantes. Me crié viendo sus cartelones con la boca abierta, deseando primero tener ya los años suficientes como para disfrutar las sensualidades que en pantalla derramaban Sofía, Gina, Jane Russell y tantas otras. Más adelante, en los setenta y ochenta, en el reino de los cine clubs cuando nos poníamos al día poco a poco de aquellos títulos que la censura nos había vetado, coincidía siempre con un hombre que parecía tener en el cine mucho mando. Un día comenzamos a hablar y supe que era el pintor de mis sueños, supe de su cinefilia que admiraba y compartía, amantes ambos del cine clásico, el irrepetible, el del star system, el del talento. Fueron muchas horas y cafés comentando sobre los grandes, volviendo a paladear su estilo, su gracia, su arte, tomando nota de los modelos de Marlene, locos por haber podido gastar una noche en el café de Rick o en la ópera con Groucho Marx. Los dos enloquecíamos con el cine musical, Cyd Charisse, Fred, Gene Kelly, eran los ídolos, los musicales de la Metro, el Show Boat con Ava. Poco a poco aquel tiempo fue pasando, los cines se fueron llenando de palomitonesmiserables roedores!! y espectadores acostumbrados a ver cine como si estuviesen en el salón de su casa y aquellos que hacíamos de ir al cine un ritual de amor ejecutado en la oscuridad tuvimos que optar entre la pelea o la retirada hacia el solitario video. Velasco con su dandismo y su poca paciencia eligió lo segundo evidentemente. Seguíamos coincidiendo en el teatro, en los conciertos, hablando de viajes, de la luz en Italia, de pintura y literatura, de política. Cuando se cerró el Teatro Emperador, del que Velasco formaba parte como el propio telón o la araña del techo, la empresa le hizo una sucia jugarreta y la decadencia física de la edad creo que también le llevó a refugiarse en la soledad de su soltería se fue alejando y aislando de sus amigos y llegó a la depresión enfermó y cuando el mes pasado lo encontré por última vez, le ví algo más animado, le habían dado un premio en un festival cinematográfico por su tarea y se preparaba un libro, que aún espera ver la luz, sobre su obra y personalidad. Quedó en que pasaría a verme. El pasado fin de semana, tras días de echarle en falta, sus vecinos avisaron a la policía y fue hallado muerto en su casa. Falleció solo como había estado en su última etapa: Cuando el destino nos alcance, Ahora vengo de su funeral, y en la iglesia, ajeno a la ceremonia religiosa, que creo no le hubiese gustado en absoluto, me lo imaginé protagonizando una que seguro le habría encantado y que encaja mucho mejor con su personalidad. Es de All that Jazz y veo a Velasco en lugar de a Roy Scheider/Bob Fosse asistiendo a su final en un espectacular número musical mientras suena aquello de Bye,bye lifebye,bye happiness. Hello loneliness, I´m think i´m gonna die. Hasta siempre, Juan Antonio Velasco, por fin estás del otro lado de la pantalla. Salúdalos a todos de mi parte. Fernando Carlos Pérez Alvarez

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