Diario de León

Creado:

Actualizado:

Lo han escuchado en numerosas ocasiones. Es una expresión pretenciosa pero banal que usan los que no saben lo que quieren significar, aunque crean que indican lo que ellos saben y, como suele ser poco, la equivocación está servida. Como en la comida de Braulio.

Porque Braulio es precisamente ese castellano viejo al que todos se refieren —el último ha sido Raúl de la Hoz— cuando quieren dar de sí mismos una imagen de persona cabal, de hombre, hombre, de los que se baten en duelos, de los que empeñan su palabra y jamás la venden. Aquí, como en Castilla, la gente debería leer más y no usar epítomes que explican directamente lo contrario de lo que quienes lo idearon representaron cuando inventaron la historia, la de Braulio, digo, que corrió a cargo de la sátira de Mariano José de Larra en un artículo que ninguno de los que utiliza la vetusta castellanía ha leído.

Que sí, que ya sabemos que al final el pueblo cambia los significados, pero eso no puede ocurrir con alguien que se las da de, que lo que deberían hacer todos es renovarse un poco, que ya saben que se empieza por el lenguaje o, lo que es lo mismo, somos lo que hablamos.

Así que como Raúl de la Hoz —Mañueco ¿también?— es como Braulio seguro que no hará la jugada a los liberales —no, no como el escritor de  El pobrecito hablador — y dejará que Tudanca les presente otra moción de censura. Eso es precisamente lo que están pensando cada vez que engolan la voz: «Yo soy de los que cree en la palabra dada, soy castellano, viejo casi». ¿Casi?

Todo esto sólo es para pedirles que dejen de usar esa expresión, que atufa mucho, sobre todo a rancio, a una España que ya no debería existir, que es la del duelo a garrotazos, la de la irracionalidad. Lean a Larra antes de volver a utilizar esas dos palabras juntas, no hagan más el ridículo ni inviten al que lee a torcer el gesto por el mal gusto. Porque el castellano viejo al que el Duende se refería no era más que un nuevo rico grosero e indigno.

tracking