Diario de León

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¿Por qué? nos preguntamos cuando diciembre anochece con doce víctimas de violencia machista —50 en 2023— y la cifra sangrienta sigue en ascenso al poco de cruzar el nuevo año. ¿Por qué? Son tantos los factores —algunos de ellos difíciles de expresar en una sociedad en la que hablar claro se ha convertido en un deporte de riesgo— que me temo que el producto no sólo no se alterará sino progresará en peligrosa verticalidad. Y todo ello con una ley que nos colocó a la vanguardia de las sociedades occidentales pero que adolece de los medios económicos y sociales necesarios para que el círculo virtuoso se complete.

¿Qué tal la falta de plazas en las casas de acogida? Sería recomendable que las mujeres y sobre todo sus hijos no tuvieran que abandonar su ciudad cuando su vida corre peligro. ¿Dónde están la psicóloga y la asistente a las víctimas cuando una mujer llega al juzgado? ¿Por qué la guardia civil no acompaña a las maltratadas cuando estas acuden a Sáez de Miera? ¿Qué razón hay para que cuantas viven fuera de la capital no tengan derecho a ser protegidas por las Fuerzas de Seguridad del Estado?

¿Qué espacio les separa de sus agresores cuando llegan a la Casa de la Justicia? ¿Cuánto ha invertido el Ministerio de Justicia para que las mujeres y sus hijos no tengan que soportar la espera hasta el comienzo del juicio a pocos metros de quien quiere acabar con ellos, apenas separados en ocasiones más que por un biombo? No hay duda de que cuanto más sangrante es el problema mayor es la dificultad para abordarlo, pero resulta paradójico que tengamos un Ministerio cuya defensa de la igualdad se centre en la transexualidad mientras permite que el 50% de la población y sus hijos sigan a la espera de que el foco político se fije en la defensa de sus vidas. No sé cuánto dinero dedica Montero a la entelequia de la identidad de género mientras nos siguen matando, pero puede que haya llegado el momento de que despierte y vea que el dinosaurio se habrá multiplicado cuando ella suelte la cartera ministerial.

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