Diario de León

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El que fuera presidente del Principado, Juan Rodríguez Vigil acaba de pedir un referéndum para que los asturianos decidan si quieran que el bable se convierta en lengua oficial, que es la mejor manera de dejar de invertir en sanidad y comenzar a hacerlo en chiringuitos. Juan Rodríguez Vigil, al que siempre le ha interesado su propia conciencia por encima de cualquier convención política, intelectual de firmes convicciones socialdemócratas y con una ética personal que ya no se ve ni en el ámbito personal ni, mucho menos, en la cosa pública, ha dicho que la aprobación de esta ley supondrá «un bable amable de salida pero impuesto y duro de verdad» al tiempo que pedía que nada se apruebe en el Estatuto sin el PP.

Traigo el sentido común de alguien tan admirado para mí como Rodríguez Vigil para alertar de la posibilidad de que cualquiera que quiera defender el leonesismo lo haga mediante la confrontación con una parte de la sociedad. La construcción de una posibilidad autonómica habrá de hacerse con todos y sin los extremos. Esto no va de vencer a nadie sino de construir un nuevo espacio común.

Hace unos años escuché a alguien decir que, lamentablemente, no hablaba su lengua materna. Sí. Se refería al leonés. Acémilas como esta persona deben estar al margen del debate. Si un elemento cultural que nadie habla se convierte en un arma arrojadiza, entonces nada será para nada. El lenguaje sirve para comunicarse, no para tirarlo a la cabeza de nadie. Cuando un idioma o una lengua se convierten en artillería política, lo más inteligente es desertar.

La Junta utiliza el lenguaje de ese modo. Por eso paga profesores de gallego en el Bierzo y, por eso, trata de esconder el leonés, que —recuerden— no es más que una corrupción del latín que no prosperó a causa de la victoria de la manera castellana de entender España. Fue una lástima —para León, también, pero sobre todo para el país— que la historia pariera ese resultado final, pero el leonés queda para los filólogos y poco más. Es maravilloso cuidarlo, subvencionar su estudio y fomentar el uso en quien quiera aprenderlo, pero más allá sólo hay alambradas y fronteras estériles.

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