Los donuts

Puede que haya quien no lo entienda, pero los pobres somos eso, pobres. Mi admirado Luis U. cree que es una añagaza para zanjar las conversaciones, pero créanme que no, que tengo muchas evidencias que lo demuestran. Los pobres no damos bien en cámara, así que cuando las elecciones han acabado, nos esconden. Comienza entonces la política del tutelaje, que al pueblo hay que protegerle de sí mismo. Es el despotismo ilustrado new age. Les voy a explicar el manual de uso: no podemos comprarnos un coche eléctrico ni producir energía limpia porque el tubo de escape de nuestras vidas hace que apestemos a CO2. Algunos, incluso, quemamos carbón para calentarnos y viajamos en autobús porque el Avlo se queda para los ricos del (ya saben cuál) litoral. En ocasiones, la naturaleza se venga y los gases de la caldera nos ahogan y, esto es lo peor, como hemos comido mucha carne de matanza y pocas semillas de chía y bayas de gogi, nuestro cuerpo en descomposición mancha la tierra en la que crecerá el alimento de la nueva generación. Si fuera tan fácil como en Netflix, esta serie se llamaría Green is the new red.  

Pero no desesperen. El Gobierno ya ha puesto en marcha las medidas para que todos podamos llegar inmaculados al nuevo mundo. Eso sí, nos costará un poco. ¿Se acuerdan de la antigua disciplina educativa? Decía que la letra con sangre entra. Pues eso, un impuesto para que desistamos de nuestros vicios nocivos y nos compremos un coche fetén o, mejor, una bici, que así los que tengan que viajar para trabajar se ahorran el gym. Es lo que me va a pasar a mí. 

¿Y qué me dicen del donut? Toda la vida tratando de superar mi adicción y ha tenido que llegar un ministro como Garzón para ponerme las cosas fáciles. A partir de ahora, los alimentos basura serán tan caros que los pobres, que además de pobres somos un poco imbéciles, no podremos adquirirlos. Ya veo el frigo, lleno de aguacates, col rizada, brócoli y mero, ya saben, de la mar el mero y de Cuba… el racionamiento