Diario de León

Creado:

Actualizado:

Poco a poco nos vamos culturizando, mejoran nuestras libertades y la democracia se va expandiendo por el mundo, pero la burocracia que nos agobia no amaina. Tenemos ordenadores, copiadoras electrónicas, teléfonos satelitales, aviones supersónicos para llegar antes a nuestros destinos y, sin embargo, de la desesperación crónica del papeleo no nos libramos.

Muchas tecnologías al alcance, mucha voluntad de agilizar las administraciones y los trámites, estamos peor que en los tiempos de Mariano José de Larra. Todos usufructuamos teléfono móvil, redes sociales, pero llamar a las compañías telefónicas para consultar un problema hace que la espera se eternice en medio de sermones y música repetitiva. Entra uno con una emergencia en un hospital y los médicos la resuelven en treinta minutos mientras que los encargados de entregarte el certificado del alta para marcharte se demoran tres horas. Cuando en España se implantó la descentralización administrativa, parecía que la pesada burocracia del Estado totalitario pasaría a la Historia. Pero los trámites se multiplicaron por 17. La burocracia es un castigo al que vivimos condenados. A los españoles sólo nos queda el débil consuelo de saber que por ahí afuera no es distinto. No existe país sin burocracia agobiante.

Muchos ingenuos creíamos que la Unión Europea, una institución moderna y de aspecto pragmático, nos libraría de esta rémora, pero desde el complejo gigantesco de acristalados edificios de Bruselas lo único que ha logrado es que a su burocracia se sumen otras veintisiete. Ni la pandemia ha conseguido abreviarla. Millones de miembros que ya han visto morir a centenares de miles de conciudadanos y a millones que atraviesan momentos difíciles sufriendo la enfermedad, desesperando ante el desbarajuste de las vacunas, viendo como tienen que bajar las persianas de sus modestos negocios o sufrir la angustia de quedarse sin trabajo y sin ingresos.

Ante esto, los máximos responsables de la UE reaccionaron autorizando ayudas urgentes para frenar el hundimiento de las estructuras económicas y financieras que amenaza con un desastre sin precedente. Todo fue anunciado con trompetas y tambores. Pero las esperanzas despertadas enseguida tropezaron con la frustración. Han transcurrido varios meses, la pandemia continúa amenazando, las angustias en los hogares aumentando y las ayudas, esperando a que la burocracia comunitaria, alentada por las homólogas nacionales, reaccione de una vez por todas.

tracking