Editorial | La luz se convierte en un problema de primer orden para familias y empresas

El alza de precios de la electricidad, que parece no tener fin, es ya un conflicto muy grave para la economía española. Ayer exhibió sus evidentes perjuicios con el incremento de la inflación, ese indicador que tanto daño hace a las clases menos favorecidas. Pero junto a ese perjuicio evidente a las familias, la situación que se vive con la luz es un bombardeo contra la línea de flotación de muchas empresas. Con costes disparados, incluso con recibos que se han duplicado en apenas unas semanas, el perjuicio a la competitividad de la maltrecha economía del país no puede ser más evidente. Los costes de producción tienen efectos automáticos en la capacidad de venta que tienen las compañías y lógicamente en sus posibilidades de generar empleo. Más allá de la demagogia y de los mensajes populistas —o de culpas recíprocas—parece que llega la hora de tomarse en serio este asunto y plantear soluciones, al menos a medio y largo plazo. Parece claro que la estructura actual de generación de electricidad, la forma de tarifación y la carga impositiva del Estado empujan los recibos que pagan las familias y las empresas a unos niveles inaceptables. Mañana es día 1 de septiembre y más allá de cálculos de réditos políticos, el conflicto de la luz podría ser una buena disculpa para que de una vez por todas llegue un cara a cara en La Moncloa de Pedro Sánchez y Pablo Casado para abordar los asuntos que son verdaderamente importantes para el bienestar de los españoles.