Demasiadas razones para que el 8-M siga presente en las calles
Todos estos males, económicos, sociales y de convivencia, se hacen aún presentes hoy en la sociedad española
El 8 de marzo llega un año más marcado por unas reivindicaciones que ponen de manifiesto que las cosas no cambian al ritmo que reclama la sociedad. La brecha de los salarios sigue ahí presente, y genera una desigualdad en la que los avances son insuficientes. Detrás está toda una estructura laboral que complica las cosas a las mujeres, al lastrar su carrera profesional por el déficit estructural que existe en España en un campo tan sensible y tan importante como es la conciliación. La carga de los hogares, con asuntos como la cría de hijos o el cuidado de dependientes, abre una grieta que deriva en reducciones de jornada o complicaciones en la disponibilidad que, a la larga, ocasionan recorte en los salarios y en las posibilidades de promoción y de asunción de responsabilidades.
Pero también cabe una lectura en clave pública, sobre la situación de la política española, que pone de manifiesto auténticas aberraciones. El hecho de que el Gobierno se vea envuelto en una causa judicial por los llamados ‘pisos de señoritas’ o con contratos investigados por otorgárselos a presuntas ‘queridas’ de ministros, parece más propio de los tiempos en los que las noticias se escuchaban en el parte y se veían en una televisión de blanco y negro. Incluso no cabe ninguna duda de que el movimiento de extrema izquierda capitaneado por Podemos ha hecho un flaco favor a la necesaria reivindicación de la igualdad y de máximo respeto hacia las mujeres, al estar sus principales dirigentes envueltos en polémicas sobre casos de posible acoso sexual o incluso de presuntas agresiones. Todos estos males, económicos, sociales y de convivencia, se hacen aún presentes hoy en una sociedad presuntamente avanzada y democrática como es la española. Con este panorama se hace imprescindible también una visión global, para plantearse la terrible injusticia que padecen en el día a día las féminas obligadas a vivir en otras culturas y con situaciones de máximo riesgo por la pobreza o la guerra.