Diario de León

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Hoy escribiré acerca de la felicidad. ¿Por qué? Por nada y por todo. No voy a esperar a hacerlo a que me toque la lotería o a que celebremos su día internacional. Me ha gustado mucho el artículo Qué puede enseñarnos sobre la felicidad un panadero de la antigua Pompeya , de la historiadora Nadejda Williams. Nos habla del hallazgo en esta localidad romana de una panadería ocultada por la lava del Vesubio, en año 79 d.C. Sería otro más de los comercios engullidos, salvo porque los trabajos de recuperación han descubierto una inscripción en el mismo: ‘Hic habitat felicitas’. O sea, aquí vive la felicidad. Aquel día había en Pompeya, como mínimo, un hombre feliz. Y además él proclamaba serlo. Nadie pone en su local un cartel de ‘Prohibido cantar’, si permite no solo hacerlo sino que además agradece que se haga. Allí moraba la felicidad, sin duda. ¿Por qué iba a mentir a sus clientes, por qué mentirle al futuro? Es más, ¿por qué iba a mentirse a sí mismo? Saborear sus panecillos y bollos debió de ser una de las satisfacciones de los pompeyanos, solo superada por el placer de conversar con él. Hic habitas felicitas. Mucho mejor que el farruco Vene, vidi, vinci. Julio César llegó, vio y venció… pero seguro que no sintió jamás paz interior similar a la del panadero pompeyano.

Dime, panadero feliz, ¿de qué luz provenía tu dicha? Te imagino felizmente casado. Con achaques propios de la edad, fuese la que fuese. Preocupado por deudas. Incluso con algún hijo díscolo, que prefería ser gladiador a hornear. Y con alguna hija que disfrutaba horneando, pero fuera. Y sin embargo… Hic habitas felicitas. Nada que ver con ese rótulo de «¿Para cuándo dice que lo quiere?, con un señor desternillado en función de la urgencia de la necesidad. Nuestro panadero no debió de ser un cínico, ni siquiera un ingenuo. Un hombre bueno al que la lava tragó su pequeño comercio. Y quizá la vida.

Me pregunto cuáles fueron las últimas palabras del panadero feliz. Elvis afirma en su alegre canción One enough : «Si has vivido con intensidad hasta el final/ una vida es suficiente». Al menos, la terrenal. Seguro que el buen pompeyano vivió la suya volcado en hacer felices a los demás. Hic habitas felicitas. Pese a todo.

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