Diario de León

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Hablemos de libros, pues conmemoramos su día y celebramos el nacimiento de Cervantes. Escribir no es fácil, seas el bueno, el feo o el malo. O los tres. Tolkien aseguró que El señor de los anillos lo había escrito con su propia sangre. Muchos entendemos lo que quiso decir. Al darte, te desangras. A veces, un lector te devuelve los jirones que le has entregado, más alguno suyo. Es un trueque maravilloso. No quiero decir que escribir conlleve sufrimiento, sino que el escritor es su propio campo de batalla. También una columna, si la escribes de acuerdo a dicho principio de entrega, conlleva lucha. No escribo para mí mismo, ni concibo tal esfuerzo. Escribo para ti, seas quién seas. Larra afirmó que «en Madrid, escribir es llorar». Aquí en León también entendemos de lágrimas, pero con los debidos respetos al maestro, prefiero mi propia versión: «escribir es rezar». En mi caso, no puedo desligarlo de mi concepción del lector como prójimo, de la certeza de que podemos dar la alegría que no tenemos, de que el sufrimiento de los demás nos incumbe, de que —como aprendió Frodo— siempre se fracasa, en fin, de que lo importante es amar y que perdonar es la solución a casi todo… de que… No soy alguien atormentado, simplemente, a mi edad ya puedo contar viejas historias al calor de una lumbre. Muchas con final feliz. Otras, no tanto. Si cierro los ojos puedo ver a mi padre en su despacho, escribiendo detrás de una cortina de humo. He crecido leyendo y escribiendo. Por supuesto, esto no garantiza la calidad de mis resultados. Pero, al menos, me está permitiendo contárselo hoy al lector.

Recuerdo algo que el fundidor Capa me dijo acerca de la escultura, cuando le pregunté qué había aprendido de relacionarse con tantos artistas: «Que cada autor espera con idéntica ilusión ver salir su pieza, seas Chillida o un desconocido». Así es también en literatura. Vendas un millón o solo tres ejemplares. Todos formamos parte de la misma canción. Luego, lector, sal y regálate un libro. Por Cervantes. Por todos quienes han escrito y escriben con su sangre. Y ni siquiera el humor se libra de este precio, o quizá este registro menos que uno. Escribir es rezar. A veces, somos escuchados. ¿No es hermosa la vida?

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