Diario de León

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El rapero Pablo Hasél protesta porque su celda es «minúscula» y él la quiere individual. Según su abogada y novia, «con un desconocido no puede leer, ni estudiar». Claro. Los hermanos Dalton deben de estar preparando ya un plan de fuga, incapaces de soportar tanta tontería fina. Así está el patio. Iglesias defiende la libertad de expresión de su tocayo cantante, pero moviliza al 7º de caballería cada vez que sus propios vecinos le corean ripios cerca del chalé. Para este político hay libertades de primera, segunda y tercera. Las suyas llevan monóculo. Hasél reclama para sí bomberos, mientras los suyos queman y destrozan bienes públicos y privados. Estamos en democracia y puede cantar contra la monarquía, la violencia policial o el capitalismo opresor… pero sus letras rebasan lo legítimo. «Merece que explote el coche de Patxi López!», rapea. O «Siempre hay algún indigente despierto con quien comentar que se debe matar a Aznar». O «Voy a tatuarme la cara del que mate a Jaime Peñafiel», entre otras perlas de pus. Lo sé, tampoco en un rap es lo mismo autor que narrador, pero diferenciemos también voz subversiva de cencerrada de odio. Nuestra sociedad se autoimpone límites verbales, como en Alemania es delito negar el Holocausto. No metamos al enemigo en casa o terminaremos durmiendo en la calle. Es un adolescente de 32 años que ha puesto al día su caca culo pedo pis. Pero, mucho ojo, el primer delito de un aprendiz de tirano suele ser de opinión. No se trata de ponerle cortapisas a la crítica al sistema, pues hoy es más necesaria que nunca y desde diversas voces, pero tampoco subestimemos solo por ser pequeño a un tirano en ciernes. Crecerá.

Creo en el poder concienciador de las canciones. Lennon lo logró con Imagine . Y Dylan contribuyó a que saliese de la cárcel el púgil Hurricane, injustamente condenado. Hay muchas, y en todos los estilos. Dicho esto, no parece que Hasél vaya tampoco este año a ganar el Nobel, en una de ellas rima grapos con guapos.

Antes de escribir esta columna, he escuchado algunos de sus temas. Uff. Para mi cumpleaños no quiero un cd suyo. A lo mejor, habría sido un castigo más ejemplar condenarlo a escuchar sus propias canciones. Pero eso ya sería tortura.

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