Diario de León

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No llamemos escaqueo a lo que es mera vaguería. Escaquearse exige habilidades, incluida la imaginación. A un amigo escaqueador le remites un microrrelato —cinco líneas, incluida la del título— y se lo pasa directamente a su mujer, porque él es «de vista cansada». El vago ni siquiera abrirá el correo electrónico que le has mandado, no vaya a dislocársele la muñeca. Este preámbulo viene a cuento de la tormenta política en la Diputación por el incumplimiento del horario laboral con el teletrabajo, por una parte minoritaria de la plantilla. Pero no cabe hablar de escaqueo si se te retribuye, sino de engaño. Es muy posible que estos vagos ya lo fuesen antes de la actual situación, el enigma es cómo lograron su plaza. Por supuesto, no cabe generalizar. En mi caso, solo puedo decir elogios de la eficacia de la corporación provincial, representada en su Instituto Leonés de Cultura. Tanto cuando me atendieron por teléfono como por mensaje, desde una oficina o desde un domicilio, en nada he visto reducida la calidad del servicio. Es más, creo que están siendo aún más eficaces, por solidarios con un sector tan golpeado por la crisis. Dicho esto, vaguería rima con zorrería. Y en trabajadores públicos ambas resultan ofensivas, cuando tantas personas quieren trabajar y no pueden, cuando otros —compañeros suyos— lo están dando todo, por encima de horarios y cometidos específicos. «Pues Miguel Mihura declaró que le gustaría ganar una medalla de oro en la Primera Exposición Internacional de Perezas», esgrimirá algún aludido. Ya, pero para que se te ocurra tal genialidad hay antes que haber pensado mucho.

A algunos, el decimonónico vuelva usted mañana les parece comprometerse demasiado. Son más de: Vuelva usted cualquier mañana del próximo siglo. En cambio, uno se siente culpable si me retraso un poco en entregar la columna.

No hay dos perezas iguales, pero si está justificada ya no es tal. «Es que el teletrabajo es muy desmotivador», apostillará con desfachatez alguno de los pillados, que además en su departamento son cuatro y no se habla con tres. Pero aún más desmotivador es levantarse sin trabajo, ni futuro. ¿Cómó puede hoy un trabajador público renunciar a la satisfacción de darlo todo?

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