Diario de León

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Nuestra ciudad es la segunda de España con más infidelidades, según una estadística realizada por una web del engaño online. A mí que me registren, mi única infidelidad conyugal es comer galletas a deshoras. Tales estadísticas tienen la misma fiabilidad que un certificado de buena conducta expedido a Capone. Barrunto que la web tiene un becario de León despechado. O una becaria, claro. «Anoche soñé que Jorge Sepúlveda me cantaba Mirando al mar … ¿fue infidelidad?», se preguntará la lectora centenaria que todos los columnistas de provincias tenemos. Solo lo fue si además hubo naufragio e isla caribeña. «Los miércoles por la tarde mi mujer cree que voy a la Biblioteca Pública pero realmente asisto a clases de danza del vientre, ¿soy infiel?», me preguntará mi lector jubilado. Para contestárselo ha de decirme quién le imparte la clase, pero mejor no salga de casa los leotardos puestos, pues levanta sospechas. ¿León la segunda ciudad con más infieles? Y un cuerno, si se me permite el chiste fácil. ¿Más que en Sodoma y en Gomorra, incluso más que en Las Vegas? Ni hablar. Esto es otro caso más de estadística ficción, del tipo: cinco de cada cuatro españoles afirman haber sido abducidos por alienígenas. Al menos, el horóscopo no se lo cree nadie, salvo cuando te dicen que hoy recibirás una carta de Jennifer López. La primera ciudad -dicen- en infieles es Manresa. Toma del frasco. Un respeto a la patria chica del historiador Guillermo Díaz-Plaja y del gran dibujante Ivá.

Soy fiel a la Feria del Libro Antiguo de León. He adquirido por 10 euros un Galateo español (1582), manual de urbanidad para cortesanos, en edición del XIX y en tapa dura. Un chollín, que decimos en nuestra tierra. El autor, Lucas Gracián, fue amigo de Cervantes, otra de mis fidelidades. Lo abro al azar y leo: «Puédese mentir también callando». Y no miro a nadie.

La primera fidelidad ha de ser a ti mismo, no darte timos de la estampita. Al menos, en lo esencial. O sea, no hacerle trampas a tu conciencia. Por cierto, el columnismo también conlleva fidelidad, usted al leerme y uno escribiendo llueva o haga sol, alegre o con dolor de muelas. En fin, después de ya casi cuatro décadas juntos ¿no cree que viendo ahora de tutearnos?

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