Diario de León

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El trecho entre el León que paga impuestos y el León que vive de ellos es un abismo. No hace falta pelar la nómina holgada que pone al día la inflación para colocar este detalle entre las certezas del nuevo reto que trae por delante el reajuste social, de difícil encaje en la equidad; o en el artículo constitucionalista que consagra la igualdad entre el género humano con pasaporte y nacionalidad en este conglomerado llamado España, cada vez más estatal y menos estado, menos nación, más federación y menos país. El León que paga impuestos llegó al turrón de Nochebuena al margen del circo del parlamento que le tocó en suerte a este territorio, que al León que vive de los impuestos le parece materia suficiente para llamar a las barricadas desde el minarete de la oración pancastellanista de cada día. Al León que paga impuestos no le subió ni la tensión por ese espectáculo que anima las sesiones de sus señorías, a años luz de los problemas chungos que le quitan el sueño a los contribuyentes en este León que quiere trabajar y no encuentra dónde, este León que no quiere emigrar y tiene que darse el bote para comer, este León empobrecido a base de perder el control de los tributos y de las decisiones que se financian con ellos, lejos de aquí. Este León que pierde activos como agua pierden los cestos, jóvenes que vuelan, y no precisamente como los pájaros que parecen aviones. El León que paga impuestos se va a comer otra tostada con margarina y ruedas de molino, ahora que llega el año electoral, y casi todo lo que está pendiente desde hace cuarenta años se anuncia para los próximos seis meses. Esto pasa porque el León que paga impuestos se ha ganado a pulso la consideración de pardal (otra vez, aquí, se invoca la cita al sindicalista leonés que resumió la cuaresma por el desierto del pueblo leonés con aquel célebre «se creen que somos gilipollas») ante los que viven del zumo de esa fiscalidad que ahora es una hipérbole del monedero que cada cual administra en casa; ahora que se marcan las clases con la contundencia del sello social que distingue a las castas a la orilla del Ganges, los que pagan impuestos en León ya saben lo que tienen que hacer para convertirse en los que viven de ellos.

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