Diario de León

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La sinsemilla fue una solución brillante, a medida del contrabando, que siempre termina por revocar la erosión de los cauces legales, que llevan también mordida, y dejan dentellada, aunque sea con sello oficial. El invento encontró acomodo en mitad de la nada, en un campo de cultivo tan amplio que se podía ver desde la luna en las noches claras de verano, y sin necesidad de los rudimentarios sistemas de vigilancia que el Gobierno de USA implementó en la DEA cuando se dio cuenta de que el agua del Río Bravo le llegaba por la pantorrilla de Texas, y casi al cuello de California. Caro Quintero ya aplicaba las técnicas más avezadas de irrigación cuando en León aún las vegas no habían abordado el debate entre si, el riego, por satélite o con los canales de la hijuela de Plinio, el viejo. El vergel en medio del desierto, lo cambió todo. Fue base de una revolución que terminó por sustentar el negocio más goloso del mundo, con la federación mexicana, y su jefe de jefes, Félix Gallardo; más rentable que la General Motors. La mota sinsemilla fue una operación de modificación genética, capaz de multiplicar la resina, aunque obligara a poner tierra de por medio para estar libre de cualquier contaminación polínica. Como el maíz trans, pero con cogollos. Y más rentable que las panoyas. Si el cartel de Guadalajara vio espejismos en el desierto, no iban a dejar pasar en los montes de León tanto puntido y tanto manantial, tanto reguero perdido, capaz de abrevar un paraíso que en el ocaso estival tiñe de verde satén el efecto visual que descolla entre pinares y urces. Si cerraron las minas y saquean la madera, a algo hay que agarrarse. A mil quinientos metros de altitud y con agua de las fuentes, los abesedos del macizo del Teleno ofrecen un repertorio para armar otro milagro al nivel del Sinaí. Si se abre el ángulo de acción, de tanta cuenca alta, de tanto valle y tanto hontanar, y a tanto manantial por garganta, el resultado es exponencial, capaz de alimentar todo el argumento de las obras completas de los Tigres del Norte. Las siembras de maría entre cereales no fue más que el anticipo de un desengaño; hicieron creer lo del desarrollo sostenible y los recursos endógenos, combustible del mismo dogma que este léxico narcotizante de comparaciones ridículas con las Highlands, con Chicago del norte y Detroit del sur; cuando León no tiene nada más próximo que Sinaloa.

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