Diario de León

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Juegan al mus a cuatro reyes, signo de destreza mental que evita inflación sobre el tapete, y alivia la burbuja emocional del exceso de munición en el envite; da igual si se va a pecho descubierto o se amaga en la postura. No es preciso remontarse a los Sancho Garcés, ni a Alfonso VII, ni lamentar el mal fario posterior de los Trastámara con todo lo que olía a vestigio cazurro, de la saga de las Blancas y Herederos, Sociedad Limitada; fue cuando llegó el estado de las autonomías, y derogó el destino compartido de ese verso común de los vientos de pueblo; lo clavó el poeta con esta tierra leonesa, y el yugo que le quiere poner gente de mala hierba; el de Navarra, el yugo, será sedimento ya en el delta del Ebro; si no paró antes. Desde hace 30 años, lo más cerca que León ve a su antiguo vecino regio es en el escudo de la bandera de España. En Navarra hay nivel. Se administran solos. Son listos. Y pioneros. Cuando León se enteró de que la horticultura era más que un huertín en el pueblo de la abuela, Navarra estaba doctorada en ensaladas de cuarta gama. Y la misma proporción en todo; la envergadura del PIB industrial (del 7% al 30%); la renta per cápita, que dobla a la leonesa, la pirámide poblacional; los políticos. Los políticos. Para ver si el estado autonómico es o no un modelo de éxito, se ofrece la florida Tudela y la acometida Ponferrada; qué fue de Olite y qué de Villafranca; dónde cae Astorga y dónde relumbra Tafalla; Lesaca y Villablino; San Adrián o Veguellina. San Froilán y san Fermín. Y los políticos. A León lo meten en un paquete de desescalada basado en el modelo de las veguerías catalanas (en eso Torra no es el demonio); Navarra designa a ocho personas para definir qué necesita cada uno de sus sectores económicos y sostener el compás con el progreso. Cuatro reyes al mus; ocho sabios en el sanedrín del futuro. Para un buen caldo nunca hicieron falta muchos cocineros. La fórmula parece inviable en León; la última vez que reunió a un comité de salvación, casi hubo que buscar refuerzos en las terrazas del Cid porque en el Palacio de los Guzmanes no había sillas suficientes para acomodar a tantos comensales. Sobra precisar quién se aproxima a Holanda y quién a Ruanda. Resulta oportuno recordar cuando Zapatero dijo que cada territorio podía elegir qué quería ser: pues Navarra, deseó León. Ya nos falta menos. Estamos a las puertas de Teruel.

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