Diario de León

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La carne es débil, sentenciaron in illo tempore los profetas siniestros, empeñados ya entonces en echar abajo todo lo que no dominan. La chicha embelesa, y porque embelesa es objeto de deseo. Los nabicoles, con toda su fuerza reparadora en los eneros despiadados, no generan ni la mitad de polémica. La debilidad de la carne es tan profunda que, cuando se alborota, llegamos a arriesgar el tipo por probar; padre, me juego un ojo, y otras anécdotas didácticas sobre la oportunidad de salir al paso de la tentación. El ministro de consumo parece dispuesto a quedarse ciego. Lo tenían preparado. La estrategia, el ataque machacón, el palo a la burra hasta que la burra ceda, porque la táctica comunicativa no te lleva por inercia, así, de sopetón, al país de las vacas locas a vocear que el sector primario al que controlas como parte del Gobierno da mierda por filetes. A Inglaterra, a regalar nociones sobre desperdicios nutricionales. Cualquier lobo con twitter sabe a estas alturas de año que lo que come en la España vacilada y olvidada es metralla. No paran. La huelga de juguetes, los bollitos, o el caldo de gallina vieja; ya es sabido que el primer precepto de la agenda 2030 se basa en que contamina más una oveja de León que un reactor chino y que un coche de la Fasa de Valladolid. No es por el que se zampa la paletilla, es por quienes crían al cordero. En el arrastre de la riada, se suman aguas sucias al vertido, y aprovechan (prueba de que el estacazo no fue al tuntún) para apuntar el cañón a un sistema de vida al que bombardean sin cesar en esta segunda venida mesiánica del comunismo al mundo libre. En el batiburrillo, un tertuliano que también tiene conocimientos profundos en Ayuso y sabe un huevo de legislación para avalar la reforma laboral de Garamendi, sentenció este día de atrás en uno de los púlpitos mediáticos bolivarianos que ganadería extensiva son las explotaciones con pocos animales e, intensiva, la que tiene muchos animales. La carne es débil. Pero es empática. Los perros de ganado rechazaban despojos y vísceras de las reses con las que convivían, y que una desgracia llevaba a sacrificar. La carne alimenta el alma. Igual esto no lo sabía el ministro; ni ese otro artista castellano de Vox que ahora cambia tuits por los votos de León.

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