Diario de León

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A ojos de un observador del motón, es fácil de adivinar la disposición extendida entre los cazurros a abusar de las extremidades superiores que acompaña esa facilidad innata para el bilingüismo: hablamos la lengua materna y a voces, a poco que la mínima pase de diez. La del termómetro, también. Y braceamos, acometidos por un bosque de montes, una espesura de peñas y crestas. Tantos picos, que no hay agua bendita para bautizarlos a todos. Otra muestra del exceso que nos domina; algunos sin nombre y otros, con dos. En León, crecimos con el sky line del norte que nos guía. Y hacemos esparavanes para enfatizar la emoción de la vista que no cubre la palabra. Estamos tan holgados en un entorno de recursos mayúsculos, que nos sobran referencias propias para llenar la cesta de frutos que llevamos a la feria tur. No hay tiempo para señalizar la salida a Picos de Europa desde las carreteras que llegan del centro de la península; pero faltan sabios para dar a los políticos lecciones de amor a León. Los bien pagados somos los leoneses, por ese privilegio de que la montaña no se nos caiga encima. Y braceamos. Qué otra cosa nos queda. Señalar el Correcillas que, con un poco de perspectiva, encaja como la tercera torre de la Catedral de León, tan cerca y tan proyectado sobre el gótico que abre paso por la nave central catedralicia del Torío; con sus arcos apuntados, la crucería, las vidrieras geológicas que filtran de noche la Vía Láctea. Braceamos, según las escrituras de la hijuela que dejaron en herencia los que adoraron al Teleno, como deberíamos lealtad eterna a Torre Santa, a Ubiña, al Llambrión, al Catoute, al Tambarón; a la Silla de la Yegua, en la inigualable metáfora que describe cómo se acaballan los montes en León (a ver, que a factorías industriales nos arrasan, pero, a los leoneses que saben soñar, a poetas no los gana nadie). Si nos ponemos estupendos, podemos restregar que hay más de 400 dosmiles leoneses a los que rendir pleitesía. Aunque en demografía lo llevamos clarinete, en orografía ay, amigo, somos Montana y Dakota; Minesota y Nevada. Llegará el día que tocará a cumbre por habitante. Quedará bien claro, entonces, que no se puede venerar a dos dioses a la vez. Al dios que habita el Pico Loto y deja salir el sol por Tejerina.

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