Diario de León

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Quedan nítidos aquellos vaticinios generosos, en formato de bando municipal, que soltaba por un tubo, sobradas para achicar la capacidad de reproducción de las legendarias tedekás de noventa, que daban carrete para darle un par de vueltas a León en una noche, por carreteras que en el epílogo de los ochenta iban de verbena en verbena; de sueño en sueño. Así se fraguó la libertad del mundo gris y azul que nos contagió Battiato, mucho antes de cautivarnos con su arrojo de presentarse en Bagdad y retar al imperio con el suave musitar en árabe de los italianos. Con lo que era Bagdad entonces; con lo que era aquel imperio. De este rabino siciliano quedan letras insuperables que predicó con el ejemplo, mientras sumaba adeptos al inventario musical que se abría en canal en los cassettes con la profundidad de quien escucha a Virgilio recitar versos sueltos, a Vivaldi describir melodías que fueron himnos nacionales adaptados a la necesidad de los resquicios del alma, a arpas y liras que cautivan bajo el peso y la advertencia de la inestable estación de los amores, de la duda sobre el tren a Tozeur que conviene tomar y sobre cuál dejar pasar. Siempre hubo un momento para Franco Battiato, y su pinta de catedrático de metafísica con gafas superlativas que empleó para dejarnos ver a treinta grados bajo cero, entre generaciones que pasaron el invierno en medio de la perspectiva Nevski, la magia incomparable donde se alojaba por azar Stravinsky y aquella dificultad de descubrir el alba dentro de las sombras; de las iglesias vacías que construyen los refugios de naves interplanetarias; del anhelo de vivir a distinta velocidad, de los deseos que no envejecen, a pesar de la edad, de los ojos que buscamos para vernos, de los ermitaños que dimiten de sí. Luego, dejó glosas grabadas en el mármol que recopila las sentencias del final del siglo que terminó saturado de parásitos sin dignidad; emancipados de herencias y no de las pasiones, vimos el centro de gravedad permanente, y al animal que llevamos dentro que te ama a ti. Algunas de las canciones más hermosas de nuestra vida, las escribió Battiato; con la generosidad de los que crean frente a la tentación de los que destruyen. Vivir no es complicado, si sabes renacer después.

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