Diario de León

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Era uno de los pocos estudios con los que desde la Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León se trataba de sujetar, aunque sea con pinzas como así lo han demostrado todas las sentencias judiciales que lo han ido anulando, el sistema de cupos con el que se autoriza cada año el número de ejemplares que se pueden cazar en las distintas comarcas al norte del Duero. La realización del censo regional del lobo, elaborado entre 2012 y 2013, fue un duro trabajo de campo, sin precedentes en recursos materiales y humanos, con el que después de muchos años se lograba poner una cifra al número de lobos que campaban ya por la comunidad. Fue una primera radiografía de la expansión más que notable de esta especie, declarada en peligro de extinción y con varias figuras de protección dictadas a su favor a nivel europeo. Todo hacía pensar que desde ese momento, el lobo gozaría de esa protección que demanda una especie que hace treinta años estuvo a punto de desaparecer, y de la que tanto presume la Consejería de Fomento y Medio Ambiente en las ferias de turismo en las que participa. Llama la atención que venda al turismo de naturaleza de la Comunidad con una preciosa imagen de un lobo, al que pone como especie emblemática de Castilla y León, cuando luego permite sin pudor que se ponga en el punto de mira de cientos de cazadores cada año. Claro, para eso era el censo, no para protegerlo como especie emblemática que se dice que es, sino para se lo puedan cargar con las mínimas garantías de que hay más lobas que aseguren las poblaciones en los próximos años, cuando se autoricen nuevas batidas.

Me ha alegrado enterarme esta semana de que el Procurador del Común, a instancias de la asociación conservacionista Lobisome Naturaleza, va a pedir explicaciones a la Junta de Castilla y León sobre la fiabilidad de un censo hecho precisamente para justificar la injustificable caza de este precioso animal. Eso que se nos llevan años vendiendo como actividad cinegética sostenible, claro, que lo que hay que preguntarse es, sostenible, pero ¿para quién? Para el lobo no lo es, y para los amantes de la naturaleza, tampoco. Ni medioambiental, ni jurídica, ni socialmente hay donde coger el tema del lobo en esta comunidad.

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