Diario de León

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El Senado dio esta semana luz verde a que los animales dejen de ser considerados bienes inmuebles o cosas, para reconocerles su naturaleza de seres vivos dotados de sensibilidad, es decir, de «seres sintientes». Explicar a alguien que comparte su vida con un perro o con un gato, con un periquito, un conejo o cualquier otro tipo de mascota qué es un ser sintiente puede resulta cuanto menos una ofensa, un insulto a la inteligencia. Un ser sintiente es alguien que siente, que experimenta una sensación y percibe algo por los sentidos. Sólo con mirarle a los ojos a cualquier animal maltratado nos podemos dar cuenta de que sufre, de que está triste y de que ha experimentado la peor cara del ser humano. En el caso contrario, un animal contento rebosa señales con las que nos hace partícipes de esa felicidad, con infinitas demostraciones de amor y de cariño totalmente incondicionales. Dudo mucho que esos tres diputados de VOX que votaron en el Senado en contra de la modificación del régimen jurídico de los animales para que dejen de ser objetos tengan la suerte de compartir su vida con una mascota, ya que no me creo que cuando después de votar en contra de que se les reconozca como seres vivos con sentimientos llegaran a casa y sus perros o gatos no les recibieran cuando entraron por la puerta con esa profunda alegría que sólo experimenta alguien que te quiere de verdad. Claro, que lo que yo me planteo en este caso es quien es entonces el sintiente y quien no lo es.

Al margen de conceptos lo que es una realidad es que con su aprobación final, la nueva norma responderá a situaciones como divorcios y separaciones de parejas que, tras su ruptura, quieren seguir compartiendo su vida con su mascota, de manera que, a partir de ahora, garantizará la protección del animal frente al sufrimiento de alejarlo de su hogar y de su vida compartida hasta ese momento, si no hay acuerdo entre la pareja. Solo cabe esperar que este nuevo marco legal no se traduzca en la práctica como una utilización a modo de arma arrojadiza con la que muchas personas buscan hacer daño a su pareja cuando llega la separación, algo que por desgracia ocurre con muchos menores que se convierten en las verdaderas víctimas del sin sentido humano.

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