Diario de León

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La Guardia Civil de León publicó esta semana en Twiter unas emotivas imágenes que bajo el comentario de que «esta es la típica noticia que no saldrá en la tele» mostraban a dos agentes rescatando a un corzo que se había caído a una acequia en Bustillo del Páramo. En la tele no lo sé, pero en este periódico hemos publicado unas cuantas veces la cara más trágica de esta realidad, cuando nadie rescata a las decenas de animales que cada día caen en los miles de kilómetros de hormigón que en forma de canales recorren toda la provincia para proporcionar riego a todos los cultivos que así lo precisan. Por desgracia, es ya una estampa habitual observar montones de animales muertos sacados por técnicos de la Confederación Hidrográfica del Duero esperando al camión de Ernervisa para hacer desaparecer esta vergonzante evidencia. Corzos, jabalíes, zorros, perros, gatos. Pocas especies logran sortear estas trampas mortales, que se ceban con esa biodiversidad que no somos capaces de proteger y que se convierten en auténticos fosos de animales muertos, como ocurre en Payuelos, Arriola, Sahechores, Bercianos y en otros muchos canales de la provincia. No me atrevo a poner una cifra a los millones de euros de inversión pública y privada, esta salida directamente de los bolsillos de los agricultores, para poner en marcha los regadíos de esta provincia que, por otra parte, representan el futuro y el progreso para los profesionales del campo. Un progreso que está dando la espalda a otro de los grandes tesoros de esta provincia, su fauna animal y su biodiversidad. La solución no es demasiado complicada, cercos en los puntos más peligrosos, rampas disuasorias en algunos tramos, o simplemente puntos de apoyo en las pareces de los canales para que por lo menos los animales que caen tengan una mínima posibilidad de salir de una muerte segura, como no me cabe duda de que harán, porque si alguien sabe de supervivencia, son ellos. Sí a estos gestores de lo público les importa una mierda que esos animales mueran ahogados, tras horas de lucha contra el cemento, dejándose en la mayoría de los casos sus patas en carne viva, por lo menos que lo hagan por una cuestión de salud pública, porque esas aguas que están soportando esa carga de animales muertos es la que riega nuestro campos, y también la que llegará a los grifos de nuestras casas.

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