Diario de León

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Calificamos el fin de la minería del carbón y las centrales térmicas como un punto y a parte doloroso y despiadado (por más que atento al ansia descarbonizadora de las nuevas generaciones de gobernantes) en la historia de una provincia generadora de la energía que alimentó al país durante más de un siglo. Quizá nos equivocamos. Cambia la fuente de generación, no la ambición por exprimir los recursos de una tierra en beneficio del conjunto. Del sistema, para aplicar las ecuaciones de la globalización.

Aún sin cerrar las heridas demográficas, económicas y medioambientales de décadas de explotación minera; a la espera de que se concrete alguno de los brillantes y etéreos proyectos de propina de las multinacionales energéticas por el desatino; desesperanzados ya de que se salde la sangrante deuda de los sucesivos planes del carbón, incluso el aún vigente bajo el burlesco nombre de Transición Justa; un nuevo escenario energético se abre paso con brío inusitado en los riscos y páramos leoneses.

Aquellas primeras vacas gordas de la cosa eólica cuajaron a medias en León, y se enredaron no tanto en recursos de argumentos medioambientales como en la inseguridad jurídica del baile legislativo de las subvenciones. Otras provincias más prósperas de la autonomía rentabilizaron con más tino aquellos primeros pasos de vientos propicios a la generación, de energía y de beneficios.

León se reenganchó pronto y con acierto al carro industrial y del empleo de aquella a la prometedora industria de las renovables, para estamparse poco después en la parálisis de los proyectos. Una ruina empresarial, de puestos de trabajo y desarrollo, de la que aún no se ha recuperado.

En las últimas semanas llueven autorizaciones para sembrar la provincia de proyectos de generación eólicos y fotovoltaicos. A un ritmo trepidante, con dimensiones inaprensibles para la mayoría de los ciudadanos y multimillonarios anuncios de inversión momentánea a los que falta un serio análisis de rentabilidad real de futuro (para el territorio).

El viento sopla donde sopla, pero el sol da donde da también. ¿Por qué la inmensa mayoría de los proyectos se han aprobado ahora en Palencia, León y Zamora; cuando por falta de prados y sol no será en el más rico sur de la Comunidad? Extraño el reparto de peticiones de proyectos renovables (que no sin terrible huella) en Castilla y León. ¿O no?

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