Diario de León

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A esta sociedad pandémica le pica algo más que el coronavirus, una desazón que se extiende sin complejos ni límites porque ahora ‘lo importante’ es el bicho. Todo lo demás se ceba y engorda haciendo pedorretas al sentido común y la capacidad de resistencia mental del paisanaje, absorto e indolente porque la mascarilla, vaya por Dios, ha conseguido tapar oídos y ojos, pero no bocazas ni narices que meter donde nadie las llama. Un sinsentido más de esta normalidad que no tiene nada de higiénica ni de sana, porque alimenta a partes iguales la tontuna y la malafollá.

Los bichos, el virus y el que se estaba incubando no tan en silencio desde hace mucho tiempo, han convertido en normal que a un «buenos días» se le escupa un «serán para tí», que no es sino el preámbulo de la ristra de ortigazos que te esperan para el resto de una jornada en la que ya a mediodía te parece que la distancia social se hace en realidad muy corta.

Qué decir de un bodevil político, carente de toda ideología con más de un centímetro de profundidad, en el que los extremismos tiran cada vez más hacia todos los absurdos posibles, y hace ya tiempo que se van reventando las costuras de la convivencia y la sensatez. Una imbecilidad del establishment que sólo es (no podría ser de otra manera) reflejo de una sociedad en la que cuando dices lo que piensas de cualquier cosa, algo que por pura higiene personal haces cada vez menos, el de enfrente, aunque sea tu padrino, en lugar de decir que no está de acuerdo te increpa con un muy alterado: «¡Estás equivocada! ¡No tienes razón!» O el ya cada vez más frecuente «no tienes ni puta idea», expresión que revela mucho más del que la dice que del que la recibe.

Una sonrojante soberbia pseudomoral que te acompaña del ascensor al trabajo, de la caña al supermercado,... En el gimnasio no sé, a ver si esta primavera ya si eso...

Qué decir de los odiadores vocacionales. Para mi el odio es un sentimiento tan íntimo y tan cuidadoso de repartir como el amor. No todo rufián que se te cruce lo merece. Pero esa raza de gentes que ‘odian’ por la condición que sea toma protagonismo. Su único valor es que grita más, pero ¡cómo incordia!

En fin, que se ha establecido que cuando te preguntan qué tal, respondas con un «bien del virus, que es lo que importa». Pues hay otros pica pica que se extienden tanto o más y deberían preocuparnos no menos. A mi me tienen muy, pero que muy fartuca.

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