Diario de León

Creado:

Actualizado:

Navegamos en una convulsión de términos que han sustituido a las ideologías, y nos dejamos gobernar por conceptos cuya dimensión no acabamos de abarcar. Tal vez porque son palabros de vacía esencia. El puro arte de birlibirloque de Bergamín.

He ahí la omnipresente cuestión de la sostenibilidad. Ese concepto hiperteñido de verde para lavar conciencias y regar de fondos públicos una gran variedad de ocurrencias. Sostenible: que puede permanecer en el tiempo sin agotar sus recursos. Sí. Un principio que va mucho más allá del lavadero de conciencias medioambiental. La propia RAE vincula dos conceptos de sostenibilidad que son inseparables: la ecología y la economía.

En esa llaga metió el dedo sin contemplaciones esta semana el director general de Patrimonio Natural, José Ángel Arranz. Hablaba de gestión forestal, pero la reflexión es aplicable en la más rotunda generalidad: no hay manera de ser sostenible si no se es rentable. Nada más cierto. No hay economía verde, violeta o colorada, hay recursos y actividades que generan riqueza y otros que no son viables. Por tanto, no son sostenibles, por más buenismo fiscal o moral que se les inyecte.

La rentabilidad de la inmensa mayoría de las cuestiones económicas leonesas se enfrenta con una limitación endémica que, por más que se apunta como debilidad estructural, no parece encontrar solución: el minifundismo, las raquíticas iniciativas empresariales, la incapacidad de agruparse para crecer. Un arraigado empecinamiento de enanismo que cercena cualquier posibilidad de medrar.

Sí, el tamaño importa. El de la micropyme y el de la huerta. Sobre todo, el de la cortedad de miras privada y, en casos como la agricultura y propiedades forestales, la pereza de la administración para ejecutar con mano de hierro concentraciones parcelarias capaces de dar a las generaciones que hemos heredado una miríada de propiedades insignificantes e inútiles una herramienta sobre la que poder pergeñar un proyecto viable. Es la única forma de garantizar el futuro del medio rural, abandonado porque no existe posibilidad de poner lógica e inversión en el absurdo del sistema de división de propiedades que condena a nuestros pueblos.

Es evidente, sin rentabilidad no hay sostenibilidad. Y sin tamaño no hay rentabilidad. Es hora de crecer. Si no se afronta esta realidad, no sigan contándonos milongas sobre la España Vaciada. Ya saben a qué se debe.

tracking