Diario de León

Creado:

Actualizado:

Si tuviera de centrar el tiro del daño que las películas de terror de mi infancia han grabado en mi imaginario señalaría dos sin dudarlo: los zombies y las arenas movedizas. Antes de que entes de otras galaxias, ciberdestripadores y asesinos charcuteros en serie invadieran nuestro espacio de terror (al que soy ajena, ya me da bastante miedo lo que me rodea como para regodearme en otras extravagancias) esos eran los tormentos de mis noches de pesadillas, que me paralizaban hasta el punto de que por nada del mundo sacaba yo un pie de la cama o el morro del embozo. A saber qué seres terribles acechaban bajo el somier o en el oscuro pasillo. 

En la cuestión de los zombies nunca logró convencerme mi abuela de que hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos. Luego, ya en la madurez, me asustó de verdad aquello que leí de que el peor epitafio que te pueden poner es: «Que haya muerto no significa que haya vivido». Y decidí aplicarme el cuento, y sacudirme los espantapájaros que en el día a día nos acechan sin descanso intentando distraer esfuerzos y energías de lo que te importa, para enredarte en sus mezquindades. 

De aquellas películas en blanco y negro aprendí otra cosa: una vez que pones los pies en las arenas movedizas lo tienes chungo, pero lo peor que puedes hacer es empezar a moverte sin sentido. A más aspavientos, más de hundes. Si conservas la calma y no te mueves cabe la posibilidad de que vengan a rescatarte antes de que el fango te llegue a la nariz. Alguien debería haberle explicado esta sencilla teoría al Gobierno en el Delcygate, en el que se hunde sin remedio en un remolino de despropósitos. A más explicaciones más embadurnados. Tampoco es nuevo que lo que tiene que ver con Maduro salpica y embarra. 

El fango del caso no de dónde puso el pie la señora, sino de hasta dónde es capaz de crecer la nariz de los recién estrenados próceres, tiene entretenida a la clase política. Un Gobierno que se ha metido en un jardín y un país enfrascado en lo accesorio porque no tiene fuelle o talla para abordar lo necesario y urgente. Mal.

Mientras, la Mesa por León amenaza con convertirse en un multitudinario banquete en el que todos quieren lucir la mejor pamela. Se predica generosidad y se exige protagonismo. Mal también. La cosa no puede acabar en botellón y basura al día siguiente. ¿Quién pondrá orden?

tracking