Diario de León

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Si se te dan bien los canapés siempre habrá un amigo que te anime a participar en Masterchef. Si le das a la jareta, por qué no probar suerte en Maestros de la Costura. Si no tienes límite ni amor propio, ahí se te abre toda una panoplia de realities en los que dejar la dignidad y la honra de la familia sin mirar atrás, por un minuto ¿de gloria? ¡Qué va! ¿De jugar con tus aficiones? ¿Pero en qué mundo happy flower vives? Vende polémica y roña, no habilidades. Es el único mercado.

Y no va sólo de programas de ‘entretenimiento’. ¿Eres chillón, faltas al respeto, eres capaz de no dejar hablar ni al sursuncorda y te pasas por el forro las normas básicas de educación y sentido común? Genial. Eres un tertuliano que se rifarán las cadenas, capaz de crispar los nervios igual con tus profundos conocimientos sobre seísmos que sobre el reparto de las ayudas públicas europeas, el mecanismo de transmisión de la última pandemia o las delicadísimas líneas rojas del suicidio o la eutanasia. Si gritas, gesticulas y puedes donar a tu abuela al primero que pase por tu puerta pidiendo ‘algo’ para el asilo, estos son tus medios naturales.

La voracidad de los formatos sometidos a la audiencia (todos, no existe excepción) no tiene límites. Es así porque las tragaderas del respetable no son sólo insaciables, sino sobre todo inmunes a la ética, amparadas en el marasmo del anonimato en cuyos gelatinosos y pegajosos fluidos reptan, generan ósmosis y medran.

Es la norma que no puede dejar de celebrarse, caiga quien caiga. ¡Que siga el espectáculo! Nada puede detenerlo.

No es verdad. Frente al rodillo del escenario escatológico, empobrecido, miserable y carroñero que se nos ofrece cada vez con más ensañamiento (el que mueve las ruedas del enriquecimiento de unos pocos a costa de lo que sea) cabe siempre, siempre, la decisión individual, consciente, razonada. Voluntaria.

Un yo no puede cambiar el sistema, pero tiene la capacidad de preservar su independencia, por muy precaria que parezca. Muchos yoes tienen más fuerza. La del convencimiento interior que les mueve. Infinitos yoes son multitud quizá no suficiente para frenar la escoria que nos invade porque se asegura que es del gusto generalizado. Suficiente sin embargo para iniciar la ola que levante la voz contra la mierda diseñada para atragantarnos. Vade retro, apisonadoras insufribles. Aquí no tenéis hueco. ¿Es un espacio insignificante para vosotros? No os confundáis. Grano no hace granero...

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